I. Mistral en México

Qué bien que México estreche sus relaciones de amistad con Latinoamérica, sobre todo, a partir de la educación y el arte y trascendiendo las condiciones limitantes de la ideología. Qué bueno que el presidente López Obrador y su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, tengan ese marcado interés. Y qué mejor que la burocracia educativa y archivística en su entorno esté atenta, presta y eficiente para ejecutar toda acción relacionada con ese interés y esa voluntad de amistad y/o hermandad.

El presidente mexicano anunció en alguna de sus conferencias de prensa matutinas de octubre, que su esposa viajaría el 24 de ese mes a Chile, en su representación, en relación a eventos celebratorios del centenario de la llegada en 1922 a México de Gabriela Mistral, poeta, escritora, educadora y premio Nobel de Literatura en 1945. Posteriormente, seguiría el trayecto a Argentina, para asimismo reconocer la presencia en México, durante ese tiempo obregonista/vasconceliano, de la actriz argentina Berta Singerman. Ambas, Mistral y Singerman, recreadas en un mural del interior de la Secretaría de Educación Pública pintado por Roberto Montenegro, “Retrato de Personajes: Gabriela Mistral y Berta Singerman” (en realidad se llama “Personajes de la historia: La poesía, Retrato de personajes o Rito cristiano, Gabriela Mistral, Berta Singerman”). Ambos países recibirían una réplica de dicho mural en tamaño natural, es decir, conforme al original. El de Mistral, en la Biblioteca Nacional (¿la de Borges?), el de Singerman, en el Museo del Bicentenario.

Pero la réplica de ese lindo mural de Montenegro fue acompañada por una amable cantidad de obsequios, semejantes para ambos países sudamericanos: Medallas de plata con los grabados de Vasconcelos, Mistral y Singerman (dependiendo del país), cachitos de la lotería conmemorativos, timbres postales, cuadros, catálogos de lujo, incunables, antologías, archivos digitales. Un hermoso obsequio, sin duda.

“El 24 de octubre va Beatriz a representarme a Chile para conmemorar los 100 años de la comprometida maestra Gabriela Mistral, cuando trabajó con el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos. Estamos revisando unos testimonios que llevará sobre esta extraordinaria mujer, Premio Nobel de Literatura en 1945”: AMLO.

Y qué lindos los discursos en cada país. Destaca el de Héctor Vasconcelos, en Chile. También muy emotivas y elocuentes las palabras de Gutiérrez Müller y Alberto Fernández, el presidente argentino. Por cuanto concierne al marco y la logística de las entregas, parece que la burocracia responsable, parte de la comitiva viajante, lo hizo bastante bien; es lo que se alcanza a ver en las imágenes de video y lo que se colige por los resultados del viaje.

Si bien existe un afán de exaltar la presencia de la escritora chilena en México, que logró integrarse con sinceridad al país durante el tiempo de su estancia, el mérito absoluto de su presencia y su actividad corresponde a José Vasconcelos; y por supuesto, también al presidente Álvaro Obregón, que lo respaldó en todos sus proyectos educativos, artísticos y culturales. Y por eso, el hijo del “Ulises criollo” fue quien mejor dijo las cosas. Pues citó, además de Mistral, la presencia de otros escritores latinoamericanos en la empresa vasconceliana: Germán Arciniegas, Víctor Raúl Haya de la Torre, Pedro Henríquez Ureña, Arnaldo Orfila y la propia Mistral; le faltaron otros como Manuel Cestero o Salomón de la Selva. Y naturalmente, hizo referencia a los integrantes del muralismo y a esa gran figura que es Carlos Chávez para la música mexicana. Y faltaría homenajear a tantos otros y otras que revolucionaron a México en términos artísticos y culturales.

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De acuerdo a información de la SEP, estos son los detalles del mural: “Personajes de la historia: La poesía, Retrato de personajes o Rito cristiano, Gabriela Mistral, Berta Singerman”. Roberto Montenegro, 1922-1923. Encáustica 3.00 × 2.34 m (costado izquierdo), 0.91 × 1.80 m (sobrepuerta) y 3.00 × 2.43 m (costado derecho).
Aquí la entrega de la réplica del mural de Montenegro para en Museo Nacional de Chile.

II. Mistral, Vasconcelos y Torres Bodet

Si bien durante los eventos los trazos biográficos y humanos esbozados sobre Mistral fueron bien realizados por los variados participantes, y la directora general de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, Gabriela Pulido Llano, anuncia una investigación profunda de la entidad a su cargo (adscrita hoy día al Archivo Histórico de la Nación bajo la dirección de Carlos Ruiz Abreu) que se encuentra alojada en Memórica (de la cual ya tendremos oportunidad de hablar), me resulta necesario transcribir el testimonio de la amistad entre Mistral y Torres Bodet por ser ambos cercanos a Vasconcelos durante un mismo tiempo.

Ya hemos establecido con anterioridad la crítica que suscitó la publicación, por parte de Vasconcelos, de los clásicos de la literatura universal. La publicación oficial de la SEP de las Enéadas y los Diálogos platónicos, por ejemplo. De ahí que el secretario respondiera editando una serie de lecturas clásicas para niños pero en versiones “fáciles”, por decir. Creó una comisión de escritores para realizar la tarea. Además del discípulo de Vasconcelos, Torres Bodet y Gabriel Mistral, otros agregados al segundo tomo que aparecería hasta junio de 1925, bajo el secretariado de Puig Casauranc: Palma Guillén, Salvador Novo, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer y Francisco Monterde; salvo este último, todos de la generación de Contemporáneos.

Y es que todo lo que tocaba Vasconcelos en ese tiempo, como en el caso de Midas, lo convertía en un tesoro. Así en todas las disciplinas artísticas posibles, como ya sabemos y hemos revisado con anterioridad. Eso hizo posible una revolución artística y cultural que acompañó a la llamada revolución mexicana. El impulso vino desde el Estado y sus distintos gobiernos pero ejecutado por los artistas con libertad. Ah, y sí: con un alto presupuesto que Obregón no escatimó a Vasconcelos.

Mistral vino a México y lo quiso mucho, sí, pero no vivió del aire, tampoco todos los escritores, músicos, muralistas, coreógrafos: todos cobraron, como debe de ser, porque también los artistas comen; aunque sea una perogrullada.

Y ese espíritu del Estado mexicano de los 20′s no se percibe hoy día que se busca una transformación; la cuarta en la historia nacional. Que se esté dando en términos políticos y sociales es muy plausible, pero el arte “revolucionario” no está prosperando en México. No hablo del arte producido por instituciones viejas, sino del que pueda ser estimulado de manera independiente. No existe. En parte porque sí existe un afán por lo gratuito por parte del presidente. Entiendo su perspectiva, mas no la comparto. Y le aseguro que no serán ni los cantantes “libertarios” como Joan Manuel Serrat, Amaury Pérez o Silvio Rodríguez, parte de otras generaciones, ni Chico Che ni Los Tigres del Norte ni Firme ni Belinda, quienes traerán esa revolución artística que el presidente desea (aunque él le llame cultural). El ejemplo de Obregón y Vasconcelos es diamantino, para decirlo como López Velarde.

Pero volvamos a Mistral y Torres Bodet. Este describe con bella pluma la semblanza y las características del ser y su poesía en Tiempo de Arena:

“Albergada en México, junto con dos profesoras chilenas que la ayudaban en sus trabajos, le rendíamos un culto muy amistoso –aunque temo que no lo bastante para atenuar la tristeza que le causaba ver en la prensa, de tarde en tarde, ciertas alusiones poco efusivas a su condición de invitada por el gobierno de la República.

“Áspera y dulce a la vez, la poesía de Gabriela no conquistaba de pronto al lector, como lo hacían entonces, más fácilmente, otras musas latinoamericanas, de vocación más sensual y de sortilegios verbales más inmediatos. Pero quien se esforzaba por leerla, sentía en ella una fuerza inmensa, hecha de cóleras minerales y de júbilos silvestres, apasionada como la hoja que se despliega y tenaz como el musgo humilde sobre la roca. De sus Andes inolvidables tenía la majestad, el desprecio de lo mezquino –y el fuego oculto, las brasas bajo la nieve.

“Toda ella estaba en esa alusión a la sombra delgada del ‘pobrecillo’; toda ella, con su cristianismo telúrico, su amor por las materias que se reconocen al tacto y esa miel recóndita que, como la de las granadas descritas por Gide, necesita, para ser apreciada, horas de ayuno en el desierto. Sentía especial ternura por los indios de nuestros valles. En los chicos morenos que la rodeaban cuando iba al campo, veía florear –según creo- esos éxtasis milenarios que las palabras no alcanzaban a definir y que son, bajo sus párpados, el perdón de una raza heroica, olvidada durante siglos.

“El hecho de que una mujer como Gabriela hubiera aceptado contribuir a la elaboración del libro patrocinado por Vasconcelos nos alentó. Se hizo cargo ella de una sección del primer volumen. Los demás [ya citados arriba esos ‘demás’] escogimos de acuerdo con nuestras preferencias, siguiendo la pendiente de nuestros gustos”.

Aparte de alguna correspondencia mutua, Torres Bodet vio en un par de ocasiones más a Mistral. Cuando, como director general de la UNESCO, la invitó junto a un número de escritores de todo el mundo, a participar en el bicentenario del nacimiento de Goethe en 1949. Y después en 1951, en Venecia, dentro de una Conferencia Internacional de Artistas donde ella, abatida, terminó por declinar, pero solicitó una cita con Torres Bodet. Ella le manifestó su amargura, pues su hijo adoptivo había sido asesinado en Brasil, víctima del racismo al revés, por decir, “no era la misma Gabriela que traté en México, durante los años vasconcelianos”. No obstante, queda el bello cuadro pintado por Torres Bodet en recuerdo de esos años mexicanos de Mistral.

Libros de Gabriela Mistral; foto compartida por un amigo historiador.

III. Mistral y Borges

Arrastrado por la bella “amargura” irónica de Borges, quien se conformó con la idea de nunca recibir el premio Nobel de literatura, no resisto citar lo que dice en una entrevista sobre la poeta chilena: “Me parece profesionalmente chilena, profesionalmente sudamericana. Que por eso gustó en Suecia. Corresponde exactamente a la idea de que una escritora de Sudamérica tiene que tener sangre india, tiene que escribir de un modo sentimental, tiene que ser morena. Yo creo que ella cumplió con esos requisitos. Nada más. Pero su obra, que yo recuerde, es bastante floja; ¡es que no recuerdo una línea de ella!”.

Y bueno, ya mejor ni agrego lo que Borges dice de Alfonsina Storni, un verso que recuerda sobre unos pájaros y un árbol: “‘Alados inquilinos tocan sus dulces flautas’. ¿Le parece buena la idea de llamar alados inquilinos a los pájaros, le parece una idea feliz? Lo firmó ella”.

En realidad, no se piense que se trata de malicia sino de tener una perspectiva múltiple de las personas. Por ello, para concluir, comparto las excelentes palabras de Héctor Vasconcelos sobre Gabriela Mistral durante la ceremonia de entrega de obsequios del gobierno mexicano al chileno en relación al centenario de la llegada de la escritora de ese país al nuestro. Es la parte final del evento que concluye, no sé si desafortunadamente, con un video en que se lee unas palabras de Mistral sobre México. La lectora es una cancionera chilena mexicana, Natalia Lafourcade, opositora al Tren Maya, activista que grabó otro video anterior como parte de un grupo de falsos ambientalistas:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo