El célebre sintetizador de la historia, Boccaccio, agrupó en un texto (De mulieribus claris) cientos de historias sobre mujeres. Una de las más destacadas es la de Medusa, retomada de la narración de Ovidio y con una intención más reivindicativa cercana a la de Píndaro. La historia de su muerte es lugar común: Perseo utiliza un escudo espejado para no verla directamente a los ojos, lo que suponía una petrificación inmediata; gracias a este truco logra cortarle la cabeza sin exponerse. Lejos de pensar si Medusa lo merecía o no (finalmente ella fue una deidad violada por otra deidad), el tema de volver piedra cuanto se mira me parece un elemento pertinente para entender el privilegio.

Cuando padecemos un contraste sobre nuestro privilegio, sea de cualquier tipo, la primera reacción es justificarnos. Nos resulta un acto de terrorismo de la conciencia percatarnos de nuestro propio privilegio: Tememos petrificarnos por la propia mirada. Sin piedad volvemos piedra cuanto miramos, ya desde el juicio, ya desde la condescendencia, y la palabra-bala más rápida disparada es la nuestra, la que señala el privilegio en la otra persona.

Entonces, ¿cómo entender nuestro privilegio? ¿Cómo lograr medirlo para que su reflejo no nos paralice?

La respuesta para medir el privilegio es el tiempo en que tardamos en satisfacer una necesidad. Mientras más tiempo nos tome, menor el privilegio. Se puede debatir por horas sobre el concepto de necesidad, sin embargo, la realidad nos da ejemplos concretos: vida diaria, alimentación, techo, ingresos, entretenimiento, por mencionar algunos.

Centrémonos en la comida (en México 27 millones de personas vive en pobreza alimentaria), si una persona tiene hambre y puede pagar para satisfacer esa necesidad, no tardará más de 10 minutos en ir a su cocina o ir a un comercio para comprar algo e ingerirlo. Una persona en situación de calle puede pasar horas buscando en la basura, pidiendo a transeúntes y/o comensales y tardará varias horas en alcanzar la satisfacción anhelada; quizá no lo logre y coma muy poco durante varios días.

Si se aplica a un salario o ingreso, la cuestión se vuelve más tardada y es más evidente el tiempo que una persona destina a ahorrar y el uso que le da a los recursos ahorrados. Hay quienes trabajan unas cuantas horas a la semana y generan lo mismo que otra persona ha laborado durante meses. Hay empresarios y empresarias que en un solo día generan la misma ganancia que una comunidad empobrecida genera en uno o dos años.

¿Perseo fue astuto al no ver a Medusa a los ojos?

Una vez que entendemos nuestra velocidad respecto al privilegio, debemos actuar para que la brecha entre quienes tardan mucho en satisfacer una necesidad y quienes no tardan nada, sea mínima. La desigualdad en esta temporalidad causa muerte, inseguridad, violencias y abusos. Perseo fue astuto al no ver a Medusa directamente a los ojos, no sigamos su ejemplo, miremos de frente nuestro privilegio, cuestionémoslo y transformémoslo en función del bien común. Nadie perderá la cabeza y millones pueden mejorar sus condiciones básicas de vida.

Mis recomendaciones:

√ Pobreza y Florecimiento humano. Una perspectiva radical, de Julio Boltvinik.

La pobreza en México y el Mundo, J. Boltvinik y Araceli Damián.

La crisis estructural del capitalismo de Wallerstein.

En el mundo interior del capital de Sloterdijk.

La parte maldita de Bataille.

Marginación y pobreza en México de Gloria Vázquez Rangel.

Para conocer más de mitología griega:

Los Mitos Griegos de Robert Graves.

Las Metamorfosis de Ovidio.

La Ilíada de Homero.