Alfonso Durazo sabe que él puso un 20% del esfuerzo, la popularidad y el talento político para ganar, en 2018, la elección de senador en Sonora.

Lilly Téllez, aunque quizá no lo sepa o lo haya olvidado, puso otro 20% del esfuerzo, la popularidad y el talento político para que ella y su compañero de fórmula, Durazo, derrotaran en las casillas sonorenses, en 2018 —en la contienda por el Senado—, a Sylvana Beltrones y al Maloro Acosta.

El restante 60% para que Durazo y Lilly resultaran victoriosos en el proceso electoral de 2018 lo aportó el entonces candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador.

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Así en todos los casos, en la trinchera de Morena, en las elecciones de 2018.

Claudia Sheinbaum, para llegar a la jefatura de gobierno de la CDMX, puso el 40% de lo que hacía falta, y AMLO el 60%.

Cuitláhuac García, en Veracruz, y Adán Augusto López, en Tabasco, hicieron su trabajo (40%), pero la mayor parte del éxito fue de Andrés Manuel (60%).

Menciono tales estimaciones de aportaciones de esfuerzo, popularidad y talento político para suplicarle a Lilly Téllez que se ubique.

En la política sobran sirenas —o sirenos, en lenguaje inclusivo— que, con su canto, enloquecen a quienes sienten que el país vive al pendiente de lo que dicen y hacen y, por lo tanto, se sienten con posibilidades de llegar a la presidencia de la república.

Creo que a Lilly algunos sirenitos la están acelerando con la melodía de que es presidenciable, pero no con el propósito de que realmente llegue a Palacio Nacional, sino para utilizara en jugada de sacrificio en beneficio de alguien más.

El rol que le están asignando a Lilly Téllez —y que ella encantada acepta desempeñar, aunque ya empieza a costarle— es de golpeadora de AMLO y la 4T.

No sé qué tanto daño puede Lilly causar en el presidente de México, en su partido, Morena, y en la enorme base de simpatizantes que tiene. Sí sé que que la senadora Téllez está recibiendo golpes excesivos y ya durísimos, que la van a desgastar —los más terribles de tales golpes, creo, no le llegan a ella desde la izquierda, sino, me parece, son de bots de Twitter generados en la derecha, sobre todo en el PAN.

Todos aplaudimos a Lilly Téllez —yo el que más— cuando ella hizo pedazos a Hugo López-Gatell en el Senado. Merecía la tunda el rockstar de la epidemiología, por irresponsable y mamón, pero la senadora ya se repite un poquito de más —y hasta cae en cierta vulgaridad que no le beneficia, por estridente— al pretender escandalizar en la llamada cámara alta cada vez que ahí se presenta alguien del gabinete de AMLO.

El colmo fue su amenaza de alborotar frente al propio presidente de México en la ceremonia de la medalla Belisario Domínguez.

Espero que Lilly entienda el grave doble error que cometió: (i) contra su estilo de mujer educada, fue de muy mal gusto anunciar algún tipo de protesta en un acto que no tiene nada que ver con el debate parlamentario, y (ii) no habla bien de su sentido de la lealtad su intención de pleitear —solo por el hecho de pleitear—, y en el lugar equivocado, con el político que le regaló una candidatura y tanto contribuyó a que ella llegara al Senado.

Lo peor es que, en redes sociales, entre numerosas críticas y también apoyos a Lilly Téllez por haber echado a perder la ceremonia mencionada, surgieron amenazas de muerte al muy apreciado hijo de la senadora, un menor de edad absolutamente inocente que debe permanecer al margen de todo este embrollo.

Lilly, comprensiblemente, reaccionó pidiendo la intervención de la policía cibernética para identificar a quien ha amenazado a su hijo. Ojalá tal cuerpo policiaco realice correctamente su trabajo: encontrará detrás de los tuits intimidatorios, con toda seguridad, a estrategas de Twitter y Facebook ligados al PAN o a otros partidos de oposición y aun a específicos aspirantes presidenciales de fuera de Morena.

Tales amenazan buscan incrementar la popularidad de Lilly Téllez, pero no para que tenga éxito en la aventura presidencial de 2024, sino para que sirve de gregaria —dirían en el ciclismo—, para que tenga potencia momentánea y siga golpeando a la 4T, esto es, para que realice todo el gasto de pelear de frente con un presidente que no se deja, para después quedar sin fuerza a la orilla de la carretera, de tal modo de que en el momento oportuno trate de ganar la carrera alguien que posee una cualidad que la senadora no ha desarrollado: la perversidad.

Te están usando de mala manera, Lilly, ojo con eso.