Durante varios años fui compañero de trabajo de Antonio Helguera en la revista Milenio. Desde el primer número de esta publicación, en 1997, él colaboraba con viñetas geniales; las hacía con su amigo José Hernández. Este último también iba a participar en el diario del mismo nombre, programado para nacer el 1 de enero del 2000.

Helguera no podía participar en el periódico propiedad de Francisco González porque tenía un compromiso profesional con La Jornada.

Como director fundador de la empresa, me interesaba tener a Helguera en ambos productos. Así que averigüé cuánto le pagaban en el rotativo dirigido por Carmen Lira, y llamé a Antonio para invitarle un café. Iba a hacerle la clásica oferta de El Padrino, la que no iba a poder rechazar: varias veces lo que ganaba en La Jornada.

Sin duda era imposible que rechazara mi ofrecimiento..., pero lo rechazó. Con un argumento ético: “Federico, te agradezco y créeme que estoy a gusto en la revista Milenio, pero por ningún motivo voy a dejar La Jornada, que no es un negocio, sino un proyecto periodístico de izquierda. El dinero me interesa, pero no soy ambicioso en exceso: con lo que ahora tengo estoy bien. Espero algún día contribuir al triunfo de la izquierda en México, con López Obrador, a quien deberías conocer porque es un hombre de principios”.

Si no recuerdo mal, esa charla tuvo lugar en 1999 en la cafetería un hotel de Polanco. Ante la contundencia de sus razones, cambié de tema, pero antes le dije: “Eres admirable, no cambies nunca”.

Nunca cambió. Lo mejor del movimiento de transformación que llevó a AMLO al poder lo representan personas como Antonio Helguera y sus compañeros José Hernández, Pedro Miguel y Rafael El Fisgón Barajas.

Una pena que los idealistas no tengan mayores espacios en la estructura administrativa de la 4T. El México nuevo que Andrés Manuel pretende construir estaría garantizado con más Helgueras en Palacio Nacional —y, desde luego, con menos Bartletts—.

¿Más Helgueras en el gobierno? Carajo, con que hubiera al menos uno. La desgracia es que son tan dignos y limpios que no dejarían La Jornada —tampoco Proceso y El Chamuco— ; por ningún motivo están dispuestos a ocupar posiciones de poder. Así que Andrés en lugar de trabajar con personas de principios tiene que hacerlo pues, eso, con la gente que lo rodea y que destaca por muchas cosas, excepto por la firmeza de sus convicciones.

Descanse en paz Antonio Helguera. Mi más sentido pésame a sus amigos y a su familia, especialmente a su esposa, Alma. Nos va a hacer falta tan extraordinario artista.