“Felices ante el anuncio de la nueva coartada injerencista los corruptos elegidos por Washington para combatir la corrupción”.

Rayuela, de La Jornada

Al menos cinco famosos comentócratas mexicanos han festejado lo que ven como una respuesta “a la exigencia del presidente López Obrador al gobierno de Estados Unidos para que deje de dar recursos a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI)”.

¿Cual es esa respuesta de Joe Biden que puso felices a tantos opinadores —Francisco Garfias, de Excélsior; Joaquín López-Dóriga, de Milenio; los editores de Templo Mayor, encabezados por Juan Pardinas, de Reforma; Raymundo Riva Palacio, de El Financiero, y Jorge G. Castañeda, de Nexos—? Que “la Casa Blanca anunció ayer que seguirá el financiamiento de ONG extranjeras que se dediquen a combatir la corrupción. En otras palabras, no se suspenderá el fondeo a MCCI”.

No les alegra a mis amigos Garfias y Castañeda, a mis examigos López-Dóriga y Riva Palacio y al director editorial del diario de la familia Junco, la decisión de EEUU de seguir entregando dinero a una organización que lucha contra la corrupción —eso es lo único que no hace MCCI—, sino que no se suspenda el financiamiento desde ese país a un grupo político que se opone a la 4T y a AMLO.

Formalmente es irreprochable —y hasta merece aplausos— lo anunciado por el gobierno de Estados Unidos: apoyar a quienes combaten la corrupción.

El problema en el caso de MCCI es de definición: ¿en serio esta asociación civil va contra las prácticas corruptas? Me parece que no. Creo, más bien, que es demostrable su activismo en contra de un partido político, un gobierno e inclusive un amplio movimiento social con el que ideológicamente no coinciden sus directivos, especialmente su fundador Claudio X. González, hoy abiertamente militante de una alianza electoral diseñada solo para tratar de impedir la consolidación del proyecto de transformación encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Si EEUU actuara con honestidad intelectual debería empezar por analizar si MCCI en verdad combate la corrupción o si solo hace grilla —bastante peligrosa, por todo lo que divide al país— contra la izquierda mexicana en el poder gracias a las elecciones más democráticas de nuestra historia, las de 2018.

Lo tristemente más jodido no es que un gobierno extranjero intervenga en la política mexicana financiando organizaciones opositoras, sino que tres influyentes analistas locales hagan fiesta por ello.

Si a Garfias, Riva Palacio, Castañeda, Pardinas y López-Dóriga no les gusta el gobierno de AMLO —nadie tiene por qué estar de acuerdo con todo lo que hace la 4T, que a veces se va demasiado a la izquierda, algo desde luego criticable— deberían expresarlo en sus medios de comunicación, tal como en efecto lo hacen a diario muy ruidosamente y con toda libertad, pero sin llamar a una potencia extranjera a meterse en nuestros asuntos.

Ante la incapacidad para derrotar al enemigo ideológico, no se vale pedir la ayuda de gobiernos poderosos. No es ético ni aceptable.