El miura asesor

Aquel ganadero mexicano adquirió en varios miles de euros, en España, un toro bravo para usarlo como semental. Cuando el cornúpeta llegó al rancho del adinerado comprador, un accidente lamentable dejó al animal sin su aparato reproductor. El caporal, resignado preguntó propietario de la ganadería: “¿Lo sacrificamos, señor?”, duda más que obvia ya que el miura no iba a poder servir para lo que había sido traído desde tan lejos. Compadecido, el ranchero decidió: “No lo elimines, mejor déjalo como asesor”.

El periodista asesor

Ese es un chiste viejo que a mí siempre me ha parecido gracioso. Lo recordé porque una colaboradora de AMLO, Ana Elizabeth García Vilchis, dijo que el columnista Raymundo Riva Palacio fue “asesor” de Carlos Salinas de Gortari cuando este tuvo el cargo de presidente de México. Se indignó don Raymundo y aclaró:

Quizá Salinas, en su sexenio, quería a Riva Palacio para un cargo más importante que el de asesor en propaganda disfrazado de director de Notimex, pero como el hoy columnista de El Financiero solo servía para lo que servía (Gatell dixit), pues lo envió a asesorar a su aparato de comunicación desde la agencia de noticias del gobierno.

Raymundo dice que no ha sido asesor de Salinas, pero en mi opinión el periodista miente: lo ha sido y lo es... y lo será. Como asesor en propaganda Riva Palacio redactó recientemente un manual, disfrazado de libro, para buscar mejorar la imagen de Carlos Salinas, irremediablemente dañada desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Desde luego, no se le puede negar a Raymundo una virtud: es un afanoso asesor. Dijo al presentar su libro que “no voy a tener éxito en desmontar un mito”. ¿Mito? Vaya eufemismo para no hablar claramente de la fuerte condena popular contra su jefe Salinas, el expresidente que con sus veleidades generó las condiciones para que alguien —nunca se supo quién— ordenara el asesinato de Luis Donaldo. A pesar de saberse fracasado en su intento de limpiar el nombre de Salinas, Raymundo lo ha intentado. Esos son asesores con sentido práctico, y no guarradas burocráticas.

En fin, que me interesaba comentar la molestia de Raymundo porque Ana Elizabeth García Vilchis, en la mañanera, le recordó lo que sí es, ha sido y será: asesor de Salinas.

Pinocho no lo merece

Dijo más Riva Palacio después de que la señora García Vilchis debutara en las conferencias matutinas de AMLO conduciendo la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”. Según él, por habérsele comparado con Pinocho, el presidente López Obrador lo ha censurado. Mmmm…

El enojado con la comparación —estará realmente encabronado allá en la otra vida— es el creador de Pinocho, Carlo Collodi. No se vale que se diga que su simpática marioneta tiene parecido con un títere salinista como don Raymundo.

Ofensa con ofensa se paga

¿Que estoy ofendiendo a Raymundo Riva Palacio? Ni tanto, es decir, nomás poquito. Solo hago en una mínima medida lo que él hace a diario, y a lo bestia, desde hace tantos años: insultar, mentir y calumniar sin que nadie le moleste. Puede hacerlo porque lo protege la libertad de expresión que entre todos hemos construido en México.

Si se vale que Raymundo insulte —prácticamente lo hace todos los días al referirse al presidente López Obrador—, entonces debe aguantar que el titular del ejecutivo de vez en cuando le responda.

Los otros periodistas indignados por la sección mañanera “Quién es quién en las mentiras de la semana” —García Soto, López-Dóriga, De Mauleón, Loret, etcétera— deberían también dejarse de andar chillando. ¿No era eso lo que queríamos, que se pueda criticar durísimo al presidente y que este, si se le paga la gana, responda como se le antoje y todos tranquillos después de haberlo hecho?

En el actual México de libertades nadie puede joder a otro sin que le devuelvan la crítica. Le está lloviendo en redes sociales a un querido y admirado periodista, Rafael El Fisgón Barajas, quien cometió el terrible error de seguirle el rollo al babas de López-Gatell. Si a El Fisgón, uno de los personajes más limpios del periodismo mexicano, no se le perdonan sus faltas, menos a periodistas con tan mala reputación como Riva Palacio, López-Dóriga, De Mauleón y muchos otros.

¿Tiene derecho AMLO a exhibir lo que considera son mentiras de la prensa? Por supuesto que sí.

¿Realmente en la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana” se refutan falsedades de la prensa? No estoy seguro. Me gustaría que la responsable de debatir con periodistas, doña Ana Elizabeth García Vilchis, lo hiciera con más hechos y menos opiniones. En su aparición de ayer me parece que no fue contundente al intentar probar que era una mentira el reportaje de Univisión sobre la compra de vacunas mediante empresas fantasmas.

¿Ella refutó a Raymundo? Obviamente sí, cualquiera refuta a un calumniador profesional. Hasta yo puedo hacerlo. Hasta el propio Raymundo, a veces, se ve obligado a decir que ha metido la pata, como con la patraña de que la Guardia Nacional había entrado a una universidad en Puebla. En efecto, Raymundo corrigió, pero ya había hecho daño. Claro está, Ray al retractarse responsabilizó a sus fuentes: dijo que los culpables de la mentira eran los estudiantes que le habían pasado la información. Se pasa de cínico este columnista si no acepta que con excesiva frecuencia comete un error elemental: no verificar los datos que le pasan.

Lo menos que merece Riva Palacio es que se le diga Pinocho, aunque esta marioneta se encabrite.

AMLO, morir engañado

¿Ganará el presidente López Obrador su batalla contra la prensa mentirosa? No lo creo. Andrés Manuel se retirará en tres años y algunos columnistas ahí seguirán mintiendo e insultando en función de sus propios intereses.

Me decía un amigo inteligente e influyente en los medios, Jorge G. El Güero Castañeda, que le gusta publicar en el New York Times, aunque en este diario lo hacen trabajar de más: le exigen bastantes precisiones acerca de lo que escribe. Es decir, le piden toda clase de evidencia más o menos creíble acerca de aquello que les parece ilógico, inexacto o improbable. En la prensa mexicana nadie revisa el trabajo de los y las columnistas, que se dan vuelo diciendo cualquier cosa que se les ocurre, cualquier tontería que les cuentan o cualquier insulto o calumnia que se les viene a la cabeza simple y sencillamente porque andan de malas.

La prensa mexicana solo se corregirá con códigos profesionales y éticos estrictos. Inexistentes en la actualidad y que no se ven posibles en el mediano plazo.

Así que Andrés Manuel López Obrador y Ana Elizabeth García Vilchis morirán en el engaño si piensan que con el premio al Pinocho de la Semana corregirán vicios periodísticos tan arraigados.

La mentira que doña Ana Elizabeth olvidó

Los políticos, que también son personajes de los medios, deberían ser incluidos en la gustada sección de Ana Elizabeth “Quién es quién en las mentiras de la semana”. Porque esta semana la peor mentira no fue la de Raymundo, sino la de López-Gatell al decir que no hay desabasto de medicinas y que hay una especie de campaña golpista detrás de los padres y las madres de menores con cáncer.

Esa mentira sí dolió y por la misma escupiré al rostro a Gatell si lo veo antes de que se me pase el coraje. AMLO y su colaboradora deberían denunciarla no solo para actuar con equidad, sino también —y sobre todo— porque tal falsedad sí dañó a la 4T, no como las ridiculeces de Ray.