OPINIÓN NO PEDIDA

Me da miedo. De verdad. En 2019, Estados Unidos se puso chulo —como acostumbra— y decidió aplicar aranceles al tomate mexicano, o jitomate, si usted amable lector así lo prefiere. Se dijo que era para proteger a sus productores de Florida, pero se sabía que se trataba, como siempre, de presionar a México por el lado político. Total, se firmó un “Acuerdo de Suspensión” que suena más a “pórtate bien o te cierro la frontera” y siguió el surtido a nuestros vecinos de toneladas de jitomate como si nada hubiera pasado.

Hoy estamos en 2025 y, qué tal, el jitomate vuelve a estar en la mira. ¿Por qué? Porque el Departamento de Comercio de EU hace casi lo que quiere, porque puede y porque sabe que México, como buen socio obediente, dirá lo que piense pero hará lo que se le indique. La evidencia mata.

Sólo en 2024 se exportó a Estados Unidos más de 3,200 millones de dólares en jitomate. Y si le suma usted el aguacate, que dejó más de 3,700 millones de dólares, ya se puede hablar de casi 7 mil millones de dólares en productos que cruzan la frontera como emigrantes sin visa. Es un dineral. Pero también, una advertencia. Porque si todo ese ingreso depende de que un burócrata en Washington no se levante de mal humor, estamos en problemas. Serios.

Lo peor es que esta no es una relación de comercio. Es una relación de dependencia. Como cuando tienes un solo cliente que te compra todo, pero también te regaña, te cambia las reglas cuando quiere y te cobra por usar el water. Eso sí, celebramos el Día de la Independencia como algo cierto cuando sólo es una ilusión y nos llenamos la boca voceando una autonomía que no existe. ¡Dime de qué presumes y te diré de qué careces!. Así está México con EU.

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Y lo aceptamos porque según nuestros acorralados estrategas, “no hay de otra”. Como si Europa no existiera, como si China no fuera el gigante que es o como si Brasil estuviera en otro planeta. No, les encanta hacer giras y tomarse fotos con embajadores, pero a la hora de vender tomate o aguacate fuera de EU, parece que les da flojera negociar en otros idiomas o invertir su “escaso” tiempo en abrir canales alternativos de distribución.

¿Y cuál es el resultado? Que si a los gringos en sus aduanas se les ocurre revisar más los camiones en la frontera, la entrega se retrasa y el producto, perecedero por cierto, se deteriora. Que si un senador republicano quiere ganar puntos con los votantes de Florida, pues lanza una campaña contra el jitomate mexicano. Y nosotros… agachamos la cabeza, nos disculpamos y preguntamos si quieren guacamole también.

Y sí, el T-MEC existe. Pero no hay que engañarse: no es un escudo. Es más bien una camisa de fuerza que nos obliga a seguir ciertas reglas, siempre bajo amenaza de castigo. Porque cuando Estados Unidos quiere, unilateralmente cambia las reglas del juego. Y nosotros seguimos jugando. ¿Entonces qué hacer? ¿Esperar a que se cansen de poner condiciones? ¿Seguir rogando que no impongan inaceptables los aranceles como quien ruega que no le corten el agua? Acto que también ocurre con el reparto del Río Bravo y con la decisión de Trump de que México pagará la construcción de su magno monumento a la buena vecindad: el Muro de la Raza.

Entre tanto, cualquier optometrista podría graduar unos lentes con visión para dejar de pensar que el comercio exterior es solo un destino; visión para invertir en logística y en calidad; visión para dejar de ser los eternos jitomateros de Norteamérica o los aguacateros del Super Bowl y empezar a actuar como una economía con dignidad, porque la dignidad, aunque no se contabilice en dólares, también debería ir en la balanza comercial.

Mientras sigamos dependiendo de un solo comprador, no vendemos, ¡nos vendemos! Mientras nuestros principales productos de exportación agrícola sean rehén político, no exportamos, ¡nos doblamos! y así, México no será un país independiente ni soberano.

PONTE XUX

1. Pésimo ejemplo de un puñado de manifestantes en Polanco contra la gentrificación. Se entienden sus razones, pero exclamar ¡Fuera gringos! puede estimular las redadas en Los Ángeles contra los ya de por sí maltratados ilegales mexicanos. Hay formas más apropiadas de reclamar justicia.

2. México tiene 130 millones de habitantes y Centro América unos 50 millones, ¿acaso no son suficientes bocas para consumir el producto barato que se exporta a los Estados Unidos?

Correo-e: pibihua2009@gmail.com

X: @RicaldePeniche