Sea quien sea el elegido para ser el coordinador de los comités defensa de la Cuarta Transformación, hay uno de los seis que no se comportó a la altura, y desde el día uno al día de hoy se ha dedicado, junto a su equipo, a enrarecer el ambiente con intrigas tercermundistas que no hacen sino evocar al fatídico año 1994 y su malogrado proceso sucesorio, que acabó ni más ni menos que con el ya candidato oficial asesinado, y la consabida crisis económica que vino después y en consecuencia, que azotó al país de una forma que al día de hoy quedan heridas (lease pasivos Fobaproa/IPAB).

Hay la especie de que todo el juego perverso del berrinche de Camacho, los zapatistas y demás turbulencia y confusión del “no se hagan bolas”, comenzó a raíz de un viaje de Estado del presidente Salinas a China, donde lo acompañaban Manuel Camacho y, sí, adivinaron, su alumno estrella Marcelo Ebrard, quien hoy replica esos rasgos de obsesión enfermiza por obtener la presidencia y tres décadas después, enrarece el ambiente de un proceso que, sino fuera por él, marcharía sin mayores turbulencias.

Pasado ya el ejercicio intento del oficialismo y conocido ya el ganador, sea quien sea, la sociedad, hoy mucho más dotada de cultura política, debiera señalar y colegar el sambenito a Ebrard. Simplemente es inaceptable replicar aquellas abominables, desesperadas y obsesivas tácticas propias de hambre de poder de algún gorilato típo Mobutu en África o Duvalier en el Caribe.