Ya no se usan los duelos con pistolas o espadas. En otra época eran frecuentes los combates entre dos personas que se desafiaban, normalmente para defender el honor…, aunque también lo hacían por razones menos sublimes.

La prensa mexicana ha decidido buscar la restauración de su honor lastimado por la vía retar a la 4T a un duelo a muerte, no a primera sangre.

Había cierta racionalidad en los duelos a primera sangre: la pelea terminaba cuando uno de los duelistas resultaba herido, incluso si la herida era leve (cito a Wikipedia). Algo así como el boxeo de hoy.

Estúpidos, sin duda, los duelos a muerte. Uno de ellos le costó la vida al gran literato ruso Aleksandr Pushkin; otro al genio de las matemáticas Évariste Galois. Terribles pérdidas para la humanidad por la inconveniente combinación de enamoramiento, valentía y mala puntería.

Eso, matar o morir en defensa de su honor, parece querer la prensa mexicana en su evidente, absurdo, insensato enfrentamiento con el gobierno mexicano de izquierda.

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Antes de continuar precisemos el significado de honor para la prensa de nuestro país: “Dinero procedente del gobierno, ya sea como publicidad oficial para las empresas mediáticas, o bien en la forma de subvención directa a periodistas famosos”.

La ausencia de dinero, pues, se considera un atentado al honor periodístico. Delicada situación porque dinero para los medios no ha habido en la 4T, esto es, no en las cantidades gigantescas que entregaban los gobiernos del PRI y del PAN a diarios y estaciones de radio y TV.

En el pasado casi todos los duelistas defendían el honor de sus mujeres, aunque también hubo algunas damas que se batieron en duelo por un hombre, como en 1552 las napolitanas Isabella de Carazzi y Diambra de Pettinella, que disputaron el amor del apuesto Fabio de Zeresola, lo que inspiro una pintura que se exhibe en el Museo del Prado, de Madrid.

Ha habido duelos por motivos más tontos, como las discrepancias científicas no en auditorios académicos, sino en pachangas. El astrónomo Tycho Brahe se quedo sin parte de su nariz en un duelo a espada al que retó a un tipo después de que discutieran, en una fiesta, sobre matemáticas. Al astrónomo le fabricaron, con oro y plata, una nariz artificial, lo que le obligaba a llevar permanentemente consigo pegamento por si se desencolaba la naso postiza, que ni hablar, según la leyenda se le veía muy bien.

La edad también ha sido un factor. En 1792 Lady Almeria Braddock y la señora Elphinstone recurrieron a las espadas en el Hyde Park de Londres por cierto comentario ambiguo acerca de cuántos años aparentaba alguna de ellas.

Y ha habido duelistas empedernidos, como los generales François Fournier-Sarlovèze y Pierre Dupont de l’Étang, oficiales de Napoleón. Durante dos décadas se batieron en duelo unas 30 veces.

Un presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson, fue reconocido duelista. Peleaba para defender a su esposa, a quien se acusaba de bígama porque cometió errores legales al divorciarse de su primer esposo.

No hay antecedentes de batirse en duelo por dinero. Pregunté a a la inteligencia artificial de Google y esto me dijo: “Algunos duelos podían tener consecuencias financieras, como el pago de una multa si uno de los contendientes se negaba a batirse, pero el objetivo principal nunca fue el dinero en sí mismo, sino la defensa del honor”.

Hay una innovación histórica en el caso de la prensa mexicana, que insiste en batirse en un duelo a muerte con la 4T para recuperar el dinero perdido.

La prensa reta a duelo, pero… miedosa, ruega por apoyo extranjero.

La comentocracia está ahora feliz porque Ovidio Guzmán cantará y presenciaremos así “seis meses que sacudirán a la 4T” (Pascal Beltrán del Río dixit).

La prensa, con propósitos chingativos, exagera las complejidades de la relación entre México y Estados Unidos. También en Excélsior, Ciro Gómez Leyva ha expresado un deseo suyo, no una realidad demostrable: que con Trump “salvo Irán, y quizá Ucrania, ningún país ha sido peor tratado” que México.

Exageradito comparar un bombardeo sofisticado a instalaciones nucleares con el anuncio —uno más— de aranceles, que por cierto no solo afectan a México, sino también a Brasil y a la Unión Europea. La política arancelaria de Trump, de sube y baja, ya no inquiera a los mercados. Lo sabe por experiencia la presidenta Claudia Sheinbaum: de ahí que esté convencida de que se llegará a acuerdos sensatos para ambas naciones.

En Eje Central el columnista Raymundo Riva Palacio dio numerosas motivaciones, desde luego todas negativas, por las que él y sus colegas de la comentocracia recuerdan tanto al Peje (Andrés Manuel López Obrador). El exhaustivo recuento de Raymundo no demuestra el mal comportamiento de AMLO: solo exhibe la obsesión del periodista y de la mayor parte del gremio por vengarse de quien eliminó los privilegios que en anteriores sexenios enriquecieron a la prensa mexicana.

La moda actual es decir que el hijo del Chapo enlodará a altos cargos de la 4T, empezando por el expresidente López Obrador. Un buen ejemplo lo proporciona, en El Financiero, el citado Riva Palacio: asegura que AMLO “tiene dos investigaciones abiertas en Brooklyn y una más, indirecta, en Langley”.

Desde luego, no presenta el periodista ninguna evidencia acerca de que verdaderamente existan tales investigaciones, pero si concluye con algo que, de plano, es un deseo perverso suyo y de mucha gente de los medios y no un diagnóstico objetivo: “Cualquier imputación contra López Obrador, no sólo lo destruye a él, y daña su movimiento, sino quizás acabe con el sexenio de Sheinbaum”. Por favor, querido Raymundo, un mínimo de seriedad.

Nadie ha acusado a AMLO, pero si se le acusara no habría manera de condenar al tabasqueño. Cualquier integrante de su gobierno y aun de su familia pudo portarse mal, excepto Andrés Manuel, a quien no seduce el dinero y, por lo tanto, jamás se ha corrompido.

En cualquier caso no hay ni habrá acusación que acabe con el gobierno de Claudia, que sigue manteniendo altísimos niveles de aprobación. Es lo que desea Raymundo, pero no ocurrirá. Claudia ni siquiera tendría que esforzarse para resistir. Ella es honesta, lo ha sido siempre, tanto en su etapa de científica como en su carrera política. Tiene autoridad moral de sobra para mandar a la goma a cualquier persona que, en México o en Estados Unidos, la señale con tanta irresponsabilidad como el abogado de Ovidio Guzmán, el señor Jeffrey Lichtman, a quien ojalá la presidenta demande para quitarle lo hablador.

¿Y si alguien de la 4T verdaderamente cometió una falta? Que se le castigue, y ya. Desde luego, el caiga quien caiga debe ser siempre la divisa de un gobierno decente.

Por lo demás, ya va siendo será hora de abrir los expedientes de anteriores políticos que claramente colaboraron con el narco. Como Felipe Calderón, quien tuvo como su principal funcionario a Genaro García Luna, sentenciado en Estados Unidos por haber trabajado para el cártel de Sinaloa.