México hubiera sido un buen tema para Salvador Dalí. El gran pintor español, si lo hubiera vivido, habría retratado maravillosamente a un país lleno de contradicciones, estulticias, necesidades, mentiras, ocurrencias, tragedias y toda una gama de eventos inimaginables en cualquier otro lugar del planeta.

Este país será el primero en el mundo en organizar una elección general y masiva de jueces. Como si los postulados de Montesquieu y otros pensadores en torno a la división de poderes se hubieran echado a la papelera, México, sin una brújula más que el insaciable deseo de concentrar el poder por parte de la clase política, se aventurará en una experiencia electoral que no vaticina nada bueno; amén del fraude avalado por el Tribunal Electoral y la corrupción política de un senador de cuyo nombre debemos olvidarnos.

También es el país del narcotráfico, donde las autoridades que juran combatir el crimen son las mismas metidas hasta las cejas en su complicidad con los delincuentes. Es de igual forma el territorio donde proliferan jugosos negocios relacionados con la extracción, distribución y venta ilegal de combustible, en connivencia, a la luz de la evidencia, con los propios funcionarios de Pemex y del resto de la autoridades.

México también es aquel país donde los propagandistas y voceros manipulan diariamente las cifras de homicidios con el propósito de pintar a un país maravilloso, donde gobierna la paz y la tranquilidad, a la vez que se culpa a gobiernos pasados por problemas que ellos mismos –los de hoy- están obligados a resolver.

Es también el país donde un ciudadano tiene que acudir a las oficinas del Senado de la República a ofrecer una disculpa pública a un legislador (sí, Noroña) por haberle increpado verbalmente en un salón VIP del aeropuerto, en acto desproporcionado de abuso de poder.

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México es también el país donde las tragedias absolutamente evitables se hacen presentes. El reciente accidente sufrido por el Buque Escuela Cuauhtémoc en Nueva York ha venido a confirmar lo que se ha sostenido.

Las lamentables muertes de los dos cadetes a bordo pudieron ser evitadas. Mientras unos sostienen que la responsabilidad debe caer sobre unos, otros buscan sacar “raja política” echando el asunto a Morena y a los oficiales de la embarcación. Es, en todo caso, un suceso tan absurdo como lamentable. Nada nuevo en el México surrealista.