Para la derecha, la violencia en razón de género, orientación sexual, etnia, etcétera, solo existe cuando tocan a “su gente”.

Nada más, por citar un ejemplo, basta con leer el discurso de odio de Ricardo Salinas Pliego y su community manager presuntamente emanado de cuentas relacionadas con el futbol, contra personajes cómo la senadora Citlalli Hernández y Jenaro Villamil. Ahí no vemos quejas en medios masivos, o intervenciones de oficio por parte de los organismos autónomos.

Pero si se toca a personajes como la empresaria metida a política y “cosplayer” de dinosaurio, Xóchitl Gálvez, ahí sí es discriminación por su (falso) indigenismo y por su género.

Y sí, en redes sociales el discurso tóxico es una constante para todas y todos, pero no escapa de la atención de las personas que simpatizan con el movimiento progresista ese doble rasero que se usa por la derecha y sus simpatizantes liberales con el fin de instrumentalizar los derechos humanos y el combate a la misoginia y toda clase de discriminaciones para no responder por sus actos.

Imagino que el último fin de la derecha mediática, empresarial y académica es censurar el discurso crítico contra sus corruptelas y abiertos crímenes. Imponer mordazas mediante otra edición de lawfare contra quienes osemos criticar a sus candidatos o candidatas utilizando los derechos ganados a sangre y fuego por la izquierda. No hay que permitirlo.