Luego del desgaste de los gobiernos posrevolucionarios y el advenimiento de la etapa neoliberal (1982-1994) y neoliberal dogmática (1994-2018) el concepto de ‘pueblo’ se fue relegando, a conveniencia de la oligarquía creciente en su poder y nefastas prácticas, tomando el sitio de sociedad civil’, que a mi parecer dichos términos tendrían que ser una falsa dicotomía, ya que en última instancia, el primero se supone que engloba al segundo, no lo excluye, cómo fue sucediendo en esos años, trayendo eso aparejado un divorcio entre gobierno y ciudadano de a pie en México, al verse mermados los espacios de representación corporativa, que mal que bien, funcionaban cómo intermediarios ante el gobierno, incluyendo siempre sus demandas, anhelos y pesares.

El concepto sociedad civil crece exponencialmente en México luego del terremoto de 1985, en el que el pueblo, es decir, albañiles, médicos, abogados, rescatistas, oficinistas, estudiantes, lo mismo que pueblo uniformado (ejercito y fuerzas del orden) se unieron en uno sólo, para empezar a salir de aquel infierno. Sólo que esto se fue degenerando con los años hasta llegar a excluir a las mayorías, convertirse en membretes simuladores, sin representatividad real frente al Estado mexicano, sino que más bien fungiendo cómo cabilderos de los intereses de un puñado de privilegiados, sumando (claro está) a la obscena desigualdad qué fuimos padeciendo de manera creciente.

Este gobierno, el de Andrés Manuel López Obrador, optó por volverá situar al pueblo en el centro de las políticas públicas del gobierno, si bien ya no con un sistema corporativo cómo correa de transmisión con el gobierno, si mediante una cercanía del jefe del ejecutivo y su gabinete con la gente; las conferencias de prensa diarias, las constantes giras y los programas sociales, han sido los lazos que han regresado al pueblo al sitio que nunca debió perder, frente a los ya mencionados membretes excluyentes y elitistas; vaya, el reciente caso de la pensión obscena e ilegítima de la señora María Amparo Casar le dio un brutal golpe a esa masa de oportunistas y vividores de la simulación. No es casualidad pues, la calamidad actual de la oposición, sus ‘marchas rosas’ y su ya gastado discurso de supuesta representación, ya no digamos del pueblo, sino que ni siquiera de la parte de la sociedad civil que aún permanecía engañada.