El expresidente Donald Trump es uno de los personajes políticos más controversiales de los últimos tiempos. Desde aquella vez que bajaba la escalera eléctrica de la torre Trump en Nueva York para anunciar su candidatura a la presidencia, no ha dejado de sorprender al mundo.

En aquel momento que aseguró que los mexicanos eran “violadores” los analistas políticos creyeron ingenuamente que eso significaba el fin de la carrera del neoyorquino. Quizá conseguiría mágicamente –pensaban- alcanzar la nominación del Partido Republicano, pero jamás sería capaz de ganar los estados clave para derrotar a los demócratas.

La historia es bien conocida. A pesar de perder el voto popular contra Hillary Clinton por más de tres millones, Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos, asombrando a la prensa internacional, a la opinión pública, y desde luego, a los propios estadounidenses que daban por descontado el triunfo de la ex secretaria de Estado.

Ahora Trump busca nuevamente la presidencia. Lo hace en medio de una querella legal que lo tiene contra las cuerdas, pues pesan sobre él cargos federales y estatales. Entre los primeros se encuentra intento de sedición tras la irrupción de la turba en el capitolio de Washington el día de la confirmación de Joe Biden como ganador; mientras que enfrenta cargos penales en el estado de Georgia ante la mentira propagada de que se había cometido fraude electoral.

En relación con las acusaciones de sedición, no hay duda de que Trump buscó, por  todas las formas a su alcance, revertir los resultados de las elecciones de 2020. No únicamente incitó al ex vicepresidente Mike Pence a bloquear la votación de confirmación en el Senado, sino que, como he señalado, pretendió movilizar a sus radicales simpatizantes para que asaltasen el Congreso. Se trató, pues, de una abierta violación de la Constitución, de la ley y de los principios fundamentales de la democracia estadounidense.

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Dicho esto, uno hubiese pensado que el atentado contra la legalidad constitucional de 2020 hubiese condenado a Trump a la ignominia, y que hubiera eliminado completamente cualquier posibilidad de reelección. Sorprendentemente hoy Donald Trump encabeza los sondeos de opinión en las elecciones primarias del Partido Republicano, muy por delante de sus opositores Ron DeSantis, Mike Pence, entre otros.

Por tanto, si las encuestas continúan su curso actual Trump será nuevamente candidato del Partido Republicano. Se enfrentará a un débil presidente Joe Biden que da señas evidentes de senilidad y que difícilmente será capaz de hacer una campaña presidencial.

¿Algún analista o votante hubiese pensado que el hombre que fue llevado dos veces a juicio político y que promovió el asalto contra el Congreso y el rompimiento del orden constitucional tendría posibilidades de ser reelecto para un segundo mandato? El riesgo es real.