Cualquiera pensaría que estar en la cúspide de la pirámide deportiva sería suficiente para lograr esa felicidad buscada, que los años de sacrificios serían recompensados por el solo hecho de pararse en una arena, plataforma, cancha… No, aquí al parecer es el comienzo de un nuevo calvario

Los hechos recientes en el país del sol naciente nos muestran lo contrario al gozo, en la justa deportiva que se lleva a cabo en Tokio Japón, la celebración de los juegos olímpicos va más allá de las risas y pirotecnia; los sinsabores y el compromiso parecen rebasar por mucho la barrera de la ansiada felicidad convirtiéndose en lágrimas y temores…

Lo sucedido a la gimnasta Simone Biles es una clara muestra de la desconexión entre el cuerpo —fortalecido en demasía— y una mente debilitada. Al ver con detalle sus intervenciones se puede notar “lo desbocado” de un cuerpo ampliamente trabajado y la cara de angustia al no poder controlar algunos movimientos, que en teoría y por la cantidad de repeticiones, serían automáticos. Los deportistas élite forjados a base de sangre y lágrimas tienen una amplia historia de fracasos mentales la mayoría de ellos van de la mano de la exposición mediática de la cual son objeto, pocos pueden mantener la suficiente fortaleza mental para soportar el continuo asedio, preguntas y comparaciones…

Cualquiera pensaría que nada quedaba de la mala historia, que la niña pobre que vivió en hogares sustitutos, abandonada por padres adictos, hasta que sus abuelos la adoptaron, la fuerte mujer contando los tocamientos indebidos a las pequeñas gimnastas, pudiendo enfrentar al agresor, había salido avante logrando múltiples medallas y contratos con emporios deportivos al ser la ganadora de cuatro oros olímpicos en Río 2016 con solo 19 años. Al parecer no es así… todo lo anterior dejó una terrible huella y la obliga a tomar la decisión, ¿hacer feliz a un país o ser feliz ella?

¿Puedes ser feliz con logros ajenos?

El caso de la clavadista Paola Espinosa, mexicana que se sintió excluida y lastimosamente lanza un tuit cargado de resentimiento, ante lo que consideró fracaso de las clavadistas de trampolín en competencia de tres metros; Carolina Mendoza y Dolores Hernández, es claro reflejo de una mente febril que utiliza rasero diferente a conveniencia, las respuestas de sus ex compañeros no se hicieron esperar obligándola a recular en su dicho, pero finalmente queda con la reputación poco limpia, al grado tal que más de uno aprovechó para sacarle sus trapitos al sol; ¡qué necesidad! ¿Las palabras revelan la calidad de persona, como lo manifestó la judoka Vanessa Zambotti?

El país entero en espera del preciado metal dorado que se tarda en llegar; México siempre con cara sonriente aún en las desgracias, sigue a la espera de ver alguna medalla ganada, casi se puede palpar la ansiedad ante cada competencia que al final se queda en “la orillita”, a los mismos comentaristas deportivos se les nota el dejo de impotencia ante el “ya merito”…

¿Las expectativas los rebasan?

La inversión en terreno deportivo deja mucho que desear en nuestro país, pero también la inversión en terreno psicológico, ojo, a esa parte debieran poner atención suficiente, lo que para otros parece un reto a vencer a los nuestros parece pesarles en demasía y derrotarlos antes de tiempo arrastrando al final innumerables pretextos, tal parece que ninguno tiene el suficiente valor civil para decir: “Fue mi culpa, no estaba bien preparado, el rival era mejor que yo”…

No es un fracaso aceptar la realidad si partes de ella para superarte, el caso de Simone Biles puede quedar de ejemplo para futuras generaciones… “No me siento bien y no quiero costar una medalla a mi equipo”… Aunque por otro lado algunos opinan que si no estaba del todo y sus entrenadores lo sabían desde hace algunas semanas, bien debió dejar su lugar a otra gimnasta. Solo al interior de su equipo sabrán y quizá el tiempo nos traiga un poco de la verdadera razón.

¿Cuál es el verdadero significado del éxito?

Los humanos expertos en ocultar los verdaderos sentimientos a veces bromeamos con el peso de las expectativas particulares y familiares que soportamos a diario, inmersos en una sociedad que ensalza y sobreestima la productividad, es complicado pasar inadvertidos cuando no cumplimos con los requerimientos básicos.

La OMS, Organización Mundial de la Salud, habla continuamente sobre un tema anteriormente tabú: El suicidio en los jóvenes.

Siendo el suicidio adolescente y juvenil la tercera causa de muerte entre individuos de 15 a 19 años, —Ahora que hablamos de deportistas en formación o compitiendo a esa edad— la edad fuerte de la adolescencia, ahí donde se supone comiences a vislumbrar tu futuro y decidas a qué quieres dedicarte por el resto de tus días sumando a tamaña decisión la búsqueda de la mejor educación. Parece ser que la sociedad entera no ha reparado en el daño enorme que se está inoculando en las futuras generaciones…

Este grave daño vino a exacerbar con la llegada de la pandemia, el encierro forzado y la falta de socialización, la cual es fundamental para la evolución del imberbe, tocando en terrenos tanto físicos, emocionales y educativos…

Y hablando de educación mundial donde los mejores lugares son más pelados que medallas deportivas; la salud mental de los estudiantes de universidades en Corea, Japón, Estados Unidos, Inglaterra también es tema de estudio… pueden ser las mentes más brillantes pero no siempre las más felices. De ahí que la pregunta sea obligada, entonces, ¿Cuáles son las cosas que nos aportan felicidad?