En estos días turbulentos para la relación bilateral entre México y Estados Unidos, resulta más que alarmante la postura de ciertos actores políticos y mediáticos nacionales que, lejos de defender la soberanía y el interés del país, parecen hacerle coro al intervencionismo estadounidense, y más grave aún, al discurso del presidente Donald Trump, conocido por sus ataques y desprecio sistemático hacia México y los mexicanos.

Lo más indignante no es que esto venga de figuras estadounidenses, sino que haya mexicanos que lo celebren. Que haya ciudadanos —con pasado en el servicio público y plataformas considerables en medios— que abiertamente expresen simpatía, cooperación o alineamiento con los intereses de quien ha insultado, amenazado y criminalizado a nuestra nación.

Uno de esos casos es el de Simón Levy, exsubsecretario de turismo con el gobierno de López Obrador, y ahora uno de los opositores más agresivos del obradorismo y del proyecto que hoy encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum. En días recientes, Levy admitió en entrevista con Julio Astillero estar colaborando con la administración de Donald Trump en supuestas “tareas de seguridad pública”. ¿Hasta dónde puede llegar la oposición en su afán de golpear a la Cuarta Transformación? ¿Y qué tan lejos están dispuestos a ir, incluso si eso significa alinearse con quienes atentan contra la soberanía mexicana?

El caso Simón Levy: ¿nacionalismo o entreguismo?

El pasado 11 de julio, el periodista Julio Astillero entrevistó a Simón Levy en su canal de YouTube. Lo que comenzó como una charla sobre política y seguridad nacional rápidamente escaló en controversia cuando Levy soltó, sin ambages:

Las columnas más leídas de hoy

“Desde octubre compartí que yo iba a estar participando en tareas en colaboración con la administración del presidente Donald Trump”.

La afirmación provocó de inmediato preguntas clave: ¿en qué consiste esa colaboración?, ¿quién lo nombró?, ¿es parte de algún organismo?, ¿cuál es su función específica?

Levy respondió de forma ambigua:

“No hay ninguna adscripción laboral… Simplemente como ciudadano… Participando en tareas para recuperar la seguridad pública del país”.

Aunque trató de matizar sus dichos, el daño ya estaba hecho. Julio Astillero, fiel a su estilo, le espetó que eso podría constituir traición a la patria, en tanto implica colaborar con un gobierno extranjero en asuntos internos. A lo que Levy se defendió, argumentando que lo hace para “proteger a empresas y trabajadores mexicanos”.

La contradicción es clara: ¿cómo se puede “proteger” a México colaborando con el gobierno que más abiertamente ha promovido políticas antiinmigrantes, racistas, y que ha humillado a nuestro país una y otra vez?

Más allá de Levy: la oposición que se aplaude desde Washington

Simón Levy no está solo. Aunque es el más explícito en su postura, no es difícil encontrar voces en redes sociales y medios que celebran cada golpe que recibe México, siempre que ello debilite al proyecto de la 4T.

Esta visión miope y revanchista lleva a muchos opositores a alinearse con discursos extranjeros que no solo critican al obradorismo, sino que amenazan con militarizar la frontera, aplicar sanciones unilaterales o incluso intervenir directamente en territorio nacional con el pretexto del combate al narcotráfico.

Crítica legítima siempre debe haber. México necesita contrapesos, debate público y revisión constante del poder. Pero cuando la crítica se convierte en colaboración con intereses foráneos que buscan socavar la autonomía del país, ya no hablamos de democracia, sino de entreguismo político y mediático.

¿Quién está del lado de México?

El caso de Simón Levy debería prender todas las alarmas. No porque sea él —un personaje menor en términos de peso político— sino por lo que representa: una oposición que se ha desdibujado tanto, que aplaude a quien amenaza a México solo porque se enfrenta al gobierno de Claudia Sheinbaum.

No es nuevo. Ya en otros momentos de la historia, los enemigos internos de un país se han aliado con potencias extranjeras para intentar imponer sus proyectos. Pero hoy lo hacen sin vergüenza, frente a las cámaras, con orgullo patriótico mal entendido.

Hay que decirlo con todas sus letras: quien colabora con Donald Trump en contra de México no es opositor, es operador extranjero. Quien pone su odio por el movimiento de transformación por encima del interés nacional, se ha excluido a sí mismo del debate democrático.

El juicio a Ovidio Guzmán, el endurecimiento del discurso trumpista y el proceso electoral en Estados Unidos son temas delicados que afectan directamente a México. En ese contexto, más que nunca, se necesita unidad frente a amenazas externas, especialmente ahora que vivimos un nuevo ciclo político bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum.

La crítica es válida. La traición, no. Y es hora de que lo entendamos.

X: @Renegado_L