El debate en torno a la consulta de revocación de mandato tiene como eje toral la cuestión de la participación de la ciudadanía en el ejercicio de democracia participativa en cuestión.
Mientras que los oficialistas promueven de manera fehaciente el mecanismo referido e invitan a la gente a participar con su voto; por su parte los opositores incitan a la abstención electoral colectiva. El oficialismo apela a que se emitan más de 37 millones de votos el próximo 10 de abril. La oposición reivindica la importancia de mantener las urnas vacías.
Es un hecho que tanto participar en el referéndum revocatorio como no hacerlo constituyen un derecho para el ciudadano. En materia electoral el abstencionismo es igualmente una forma de ejercer las libertades políticas.
Y aunque la responsabilidad cívica por antonomasia es el voto; no obstante, el pueblo también es libre de decidir si sufragar o no en un momento determinado de la vida pública que sirva como contexto. Por consiguiente, en situaciones como las que nos ocupa, el valor primordial a ponderarse es y debe ser la libertad. Que sean libres de votar quienes quieran hacerlo y que no voten quienes deseen no votar.
Lo que debe evitarse es la reprimenda por cualquier función de libertad política. No debería haber encono entre quienes tengan la firme intención de participar en la consulta de revocación de mandato y los que por escepticismo o mera apatía política hayan tomado la decisión de no intervenir en el revocatorio. Sin embargo, la polarización que a diario se atiza desde la presidencia ha complicado la armonía cívica entre los mexicanos previo a un instrumento de democracia participativa como lo es la consulta popular de revocación de mandato.
La gran mayoría de los que participarán en la votación del referendo lo harán para ratificar la confianza en López Obrador. Esto se antoja como una contradicción, tratándose de una consulta cuya idea original se basaba en permitirle a la ciudadanía remover del cargo al presidente por un motivo de pérdida de confianza. Empero los legisladores oficialistas incluyeron una opción para que se pueda votar por revocarle el mandato al titular del Ejecutivo o ratificarlo en el puesto. Desde ahí empezaron los problemas entre los simpatizantes de AMLO y sus detractores.
Quienes han anticipado que se abstendrán en sufragar en la consulta popular aseguran que sus motivos atienden a una serie de estrategias políticas opositoras al gobierno federal. Asimismo, consideran que el no ser partícipes del referéndum cristaliza una forma de rebeldía contra el derroche innecesario de recursos para la organización de lo que para la oposición no es más que un espectáculo oficialista realizado para alimentar el ego del presidente.
Es un hecho que el oficialismo se ha dedicado a promover la consulta de revocación de tal forma que el proselitismo raya en propaganda y el homenaje al culto a la personalidad del mandatario tabasqueño. La violación sistemática a las normas constitucionales y su respectiva impunidad llenan de un tufo de ilegitimidad al revocatorio, razón por la cual muchos sospechan de las intenciones que hay detrás del mismo.
Porque una cosa es que seamos libres de participar o no en la consulta, y otra muy distinta es quebrantar las leyes por el único afán de complacer al presidente de la República.
Mañana seguiremos hablando de esto.