El caso del (ya cuándo menos, confirmado) feminicidio de la joven Debanhi Escobar acaecido en Nuevo León (cuyo gobierno ha sido rebautizado cómo “#FosfoLeon” en redes sociales) y que sacudió no sólo a todo el país, sino que incluso trascendió fronteras y de paso exhibió a México cómo a un país de bestias, corruptos e ineptos, arrojó ya resultados de una tercer necropsia, la cuál se tuvo que llevar a cabo con la exhumación del cadáver de por medio y ya con la participación de la Federación.
Los resultados de la misma son harto confusos, porque se afirma que habría estado, desde su desaparición, cuando menos una semana con vida, hecho por demás absurdo, si no hubieron llamadas para solicitar un rescate de por medio, ni algún móvil propio del crimen organizado, ya que la joven era una estudiante universitaria con mucho apego a una buena a familia.
Las sospechas son inevitables: ¿no se tratarán las nuevas conclusiones de una versión ‘intermedia’ entre lo que los comunicadores ‘free lance’ y usuarios de redes sociales fueron armando, con bastante coherencia, cómo hipótesis de lo sucedido y la primera (y grosera) versión de la Fiscalía de Nuevo León? Si esto es así, no esperemos sino la apuesta por parte de las autoridades de ganar tiempo con miras a que el caso se vaya diluyendo en la memoria de la opinión pública, mediante (insisto) una total confusión en cuánto a lo que en realidad ocurrió, y de detener a presuntos culpables, bueno, eso ya ni en sueños.
No es que el caso Debanhi Escobar sea el único que merece la atención del público y por ende de los medios, pero si se volvió icónico y entonces es representativo de la dura realidad nacional en cuánto a violencia, inseguridad, corrupción e impunidad imperantes, siendo la no solución de este crimen, un pésimo mensaje a la sociedad en general, que no haría sino abonar a que se multipliquen los ilícitos en este país, que (se sabe) los que llegan a alguna sentencia jurídica son de alrededor de un tristísimo 2% del total.