Don Samuel García:

“El exceso es el veneno de la razón”. Se supone, gobernador, que eso lo dijo Francisco de Quevedo. Y no, no lo expresó en TikTok, el pobre jamás tuvo un iPhone.

Samuel, quisiera recordarte que tu antecesor, Jaime El Bronco Rodríguez, realizó una de las más impresionantes campañas electorales de la historia de México.

El Bronco arrasó sin partido, sin dinero y no solo sin el apoyo de los medios, sino contra la radio, la TV y los periódicos.

Pero, lo sabemos todos, muy pronto El Bronco perdió el encanto. Ocurrió así porque no entendió algo fundamental en el manual del buen gobernante: en materia de promoción de la propia imagen debe seguirse al pie de la letra el sabio refrán aquel de ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.

Jaime Rodríguez se enamoró de su popularidad, de su carisma, de sus puntadas rancheras, de su aceptación en Facebook y se excedió —lo que envenenó su razón— bombardeando en redes sociales a los nuevoleoneses con sus frases atrevidas, sus videos pintorescos, su lenguaje para la raza, etcétera.

Lo perdió su éxito en las redes y, sobre todo, el hecho de que El Norte, de Monterrey —hermano mayor de Reforma, de la Ciudad de México— le celebraba al principio de su gobierno, en primera plana, todos sus chascarrillos y ocurrencias, por irrelevantes o de mal gusto que fueran. Después, cuando ya no tenía remedio su situación, el mismo diario se encargó de destruir por completo la reputación de El Bronco.

Samuel, eres un joven inteligente que tiene todo para ser el mejor gobernador que hayamos conocido, pero, tristemente, te veo repitiendo la fórmula de El Bronco y me preocupa. Nuevo León no soportará otro sexenio fallido, otro periodo sin logros reales no por la falta de recursos, siempre escasos, sino por el exceso de protagonismo del titular del poder ejecutivo.

Bromitas, poquitas. Ese es un dicho que tendrían que entender tú, gobernador, y tu señora esposa, Mariana Rodríguez. Creo que ya se están pasando de ocurrentes: de plano, así lo pienso, les está sobrando simpatía, y ello representa un serio problema.

Ya no hizo gracia que Mariana se disfrazara de Cenicienta y que se lo celebraras en el Palacio de Gobierno, querido Samuel. Perdóname, gobernador, pero eso resultó bastante penoso y sin duda hizo quedar mal a Nuevo León, que no merece tales espectáculos desde la sede del mando político en la entidad.

Samuel, inclusive ese disfraz habría sido demasiado en el contexto de un acto cultural, como la presentación de la La Cenerentola, ossia la bonta in triunfo (La Cenicienta, o la bondad triunfante) de Gioachino Rossini en cualquier auditorio o, masivamente, en la Macroplaza, pero al menos se hubiera podido justificar como promoción de la ópera entre la juventud.

Pero, ¿disfrazarse de Cenicienta solo para lograr el aplauso de los fanáticos de Instagram? Sobran refranes para comprender que, como la cerveza, las redes sociales deben ser consumidas invariablemente sin excesos, siempre con medida o moderación.

Es que, ni hablar, bueno es lo bueno, pero no lo demasiado. Y ya fue más que demasiado escenificar en el Palacio de Gobierno una versión —por cierto, descafeinada— del célebre cuento de hadas.

Deben andar felices el gobernador y su compañera porque la gente de Instagram todo les festeja y hasta les defiende de las críticas recibidas. Pero... exactamente así andaba El Bronco en Facebook. Ojo con eso, Samuel y Mariana caminan hacia el mismo desfiladero de aplausos en el que cayó Jaime Rodríguez y del que ya no salió.

Y ya ni para qué hablar de que tu gobierno, Samuel, invitara a Gloria Trevi —alguna vez acusada de trata de blancas— a un evento en cierto refugio infantil.

Te he escrito de buena fe, gobernador García, con la esperanza de que reflexiones y le bajes —es decir, le bajen tu esposa y tú mismo— al show de Instagram que ya empieza a fastidiar.