Estimado Federico Arreola:

La sensibilidad política, el sentido de la historia, las experiencias vividas, el correlato y el contexto resultan inexcusables en cualquier tipo de análisis. Ninguno de ellos escapa de las adhesiones políticas o ideológicas que todos adoptamos. Objetividad y neutralidad son, en mi opinión, trucos o cuentos de pescadores, sin descontar oportunismos, deslealtades y las siempre vivas expectativas de rentabilidad y lucro.

Sigo tus columnas desde aquellos tiempos de la campaña de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Me resulta importante frecuentar a quienes cuentan con fuentes directas de información como fueron las tuyas con Luis Donaldo; lo que vale es distinguir los propósitos buscados: intencionalidad y honestidad, convicciones, lealtades y principios, esenciales a las libertades de lectores y comunicadores. Me parece que lo demás son quimeras o morralla a cargo de quienes tienen como “fuentes” la canción de El Chorrito de Cri-Cri:… “Allá en la fuente, había un chorrito; se hacía grandote… Se hacía chiquito…”

Hace rato leí tu columna de hoy “Las 11 preguntas que explican por qué la guerra sucia contra AMLO no cesa”. Agregaría que no cesará: irá in crescendo. Aunque discrepo muchas veces de esas analogías políticas atrabancadas y tramposas, no dejo de pensar en el caso del presidente Juárez (y muchos más) que, a 150 años de su muerte (1872), la derecha pueril y el aldeanismo rencoroso de católicos fanáticos, delirantes, ridículos de pena ajena siguen repitiendo una y otra vez: “Ahorita regreso, voy al Juárez”, su chistosa expresión para anunciar que iban al excusado. Y es lo mínimo que rebuzna para ilustrar a ese personaje histórico.

Pero no todo está podrido en Dinamarca. Venturosamente surgen otras veces, ciertamente menos escuchadas y difundidas que toman distancia del encono y la mezquindad; del griterío de quienes se regodean con odio y ofensas hacia el presidente. Una de ellas es la tuya. Destaco otras más, que parecen un rayo en cielo calmo, pero existen y también encuentran eco. Pero también un grupo de “tertulianas” como a sí mismas se llaman; son mujeres de la Red de Periodistas de a Pie que colaboran en el portal Pie de Página que se reúnen mensualmente y nos hacen llegar parte de sus deliberaciones. Recomiendo la última de ellas publicada el día de ayer “Tertulianas. El gobierno y los medios: ¿cuál es el papel de las mañaneras para la democracia?”; su lectura me permitió respirar oxigeno proveniente de un periodismo distinto al que campea actualmente en casi todos los medios, incluidas las redes sociales.

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Finalmente, casi podría asegurar que la gran responsabilidad del presidente López Obrador, con su discurso y sus políticas públicas consiste en haber volteado al revés a no pocos periodistas, opinadores, intelectuales orgánicos y funcionales, que hasta antes del movimiento de la 4T eran “digeribles” y hoy resulten al menos a para mí, absolutamente deleznables; son tantos y tantas que es ocioso referirlos uno a uno. Me quedo con aquellas reflexiones de Miguel Ángel Granados Chapa (cito de memoria): “Todos estamos obligados a revisarnos de continuo; cada quien sabe por qué cambia de casaca”.

Andrés Manuel López Obrador es un hombre cargado de identidad e historia. Algo inadmisible para sus críticos que lo miran con otro prisma, el mismo por el que se asoma esa cosa que lo llamó “mesías tropical”, el ideólogo Enrique Krauze, y toda esa “derecha tartamuda” como la clasifica en su artículo de hoy Sabina Berman en El Universal.