Leí al admirable Epigmenio Ibarra en Milenio. Este hombre de pensamiento considera impostergable la lucha de la 4T contra el periodismo corrupto. Estoy de acuerdo con él: “En defensa de la democracia, es un derecho y un deber ineludible entrarle, al lado de López Obrador, a esta confrontación decisiva”.

Andrés Manuel lo sabe y no ha eludido el debate con columnistas e intelectuales que han hecho de la calumnia y la mentira su especialidad. Pienso en gente como Carlos Loret de Mola, Denise Dresser, Héctor Aguilar Camín, Joaquín López-Dóriga y Raymundo Riva Palacio, etcétera.

Pero esta debe ser únicamente una disputa ideológica. Es decir, el gobierno está obligado a garantizar, en todo momento, los derechos fundamentales de sus rivales, para que ellos y ellas puedan expresar lo que se les antoje sin restricciones de ningún tipo.

Hasta el momento, nadie en la 4T ha censurado periodistas o comentócratas. Y así debe seguir siendo.

Andrés Manuel, sin violar la ley, ha exhibido los ingresos de Loret de Mola. No incumplió con ninguna obligación legal porque obtuvo la información de gente que se la dio, no de dependencias de la administración pública como el SAT o la UIF.

Ya pidió AMLO al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales que investigue el patrimonio de Loret. Entiendo que la presidenta del Consejo Consultivo del INAI, Nuhad Ponce Kuri, ha dicho que no hay ninguna posibilidad de aceptar la petición del presidente López Obrador.

Ahí debe dejar AMLO ese tema. El INAI no informará sobre la riqueza de Loret, y qué bueno. Por miserable que sea, su privacidad debe ser protegida.

No debe Andrés Manuel insistir en ello. Y, sin duda, el presidente no debe nunca más permitir preguntas como la de ayer en la mañanera acerca del trabajo de la esposa de Carlos Loret, ya que podrían confundirse con acoso a una ciudadana. Si la persona que cuestionó al presidente sobre la compañera de Loret tiene pruebas de algo indebido, que las presente. Pero no lo hará porque lo señalado ya ha sido suficientemente explicado con anterioridad.

Andrés Manuel López Obrador tiene capacidad de sobra para ganar el debate con argumentos sólidos que convenzan a la sociedad mexicana de que él tiene la razón. Hay gente al lado del presidente, como Epigmenio Ibarra, con extraordinarias calificaciones para convencer con razonamientos perfectamente lógicos.

En esta batalla no se trata de vencer, sino de convencer. En efecto, estoy pensando en lo que dijo Miguel de Unamuno alguna vez a militares fascistas en España.

Si la comentocracia corrupta pretende acabar a la mala con un gobierno democrático para recuperar sus privilegios, en la defensa del Estado de derecho AMLO y quienes le acompañan no deben por ningún motivo dar la imagen de que se oponen a libertades fundamentales, entre ellas la propia libertad de calumniar al presidente y a su familia. En efecto, hasta la libertad de difamar es sagrada.

¿Que Carlos Loret calumnia por sistema? Refutarlo es lo correcto, y nada más. ¿Que habrá más ataques mediáticos contra otros hijos del presidente? Andrés Manuel y sus muchachos deberán enfrentarlos con la mejor de sus armas: la autoridad moral; con ninguna otra, esto debe quedar perfectamente claro.

El presidente López Obrador si convence, vence. Comprendo el dolor por tantas agresiones a sus hijos. Pero no debe desesperarse: su tarea le exige soportar eso y más.

En efecto, como ha dicho Epigmenio, la confrontación con el periodismo corrupto es impostergable. Pero en esta lo relevante es convencer, no vencer.

Ya llegará la hora de las urnas para buscar la victoria. Ahora lo único que vale la pena es argumentar con datos, razonar con lógica, exhibir comportamientos éticos a prueba de provocaciones y respetar absolutamente —aunque no lo merezcan— a los y las rivales.