El presidente AMLO es el genio de los autoelogios y de la narrativa discursiva. A pesar de sus ostensibles fracasos en un amplio abanico de materias, su popularidad, de acuerdo a los sondeos, se sitúa en alrededor del 60 por ciento. Esto es sorprendente, si consideramos el desgaste general que conlleva gobernar, y si miramos hacia otros países como Francia y Estados Unidos, donde la popularidad de los presidentes Macron y Biden ha rozado bajos históricos.

AMLO se mantiene firme en sus niveles de aceptación gracias a su presencia constante en los medios de comunicación, a su carisma y a las mañaneras. Con miras al tercer aniversario de su toma de posesión, el presidente ha convocado a sus simpatizantes a acudir al Zócalo el próximo miércoles. Veremos, seguramente, un Zócalo abarrotado (sí, habrá muchos acarreados, pero también, mexicanos que aún creen firmemente la autoproclamada 4T)

AMLO se convirtió en el rey de los autoelogios desde el momento que decidió acuñar el término de “cuarta transformación”. En una anticipación al juicio de la historia, el presidente –y a la sazón, candidato presidencial- comparó su movimiento con transformaciones cruciales de la historia de México como la Independencia, las Guerras de Reforma y la Revolución Mexicana. ¡Cuan pretencioso puede ser un político al comparar, previo al juicio que de él hará la Historia, a priori, su gobierno con otros sucesos trascendentales!

En adición, AMLO aseveró hace unos días que si él no hubiese ganado la presidencia México sería hoy un caos. ¿En serio? Bien valdría en este sentido mirar hacia el incremento de la pobreza (de acuerdo con Coneval) los índices de inseguridad, el manejo de la pandemia (en esta última asignatura, bien vale reconocer, muchas de las causas y decisiones tomadas no fueron atribuibles al gobierno federal derivado de la inexistencia inicial de información sobre el virus) la militarización del país y los sospechas de corrupción de un buen número de funcionarios de su gobierno; sumado a los contratos asignados mediante la cuestionable figura de la adjudicación directa, de acuerdo con datos brindados por Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad.

A pesar de ello, AMLO es popular, querido y la mayoría de los mexicanos se identifica con su presidente. ¿Razones? Ser genio comunicativo, un carisma que no tiene parangón en la historia reciente de México y el éxito que ha tenido en la transmisión de un mensaje colmado de autoelogios que aún hace mella en el imaginario colectivo. Sin duda, me aventuro a vaticinar, veremos el próximo 1 de diciembre una nueva muestra del músculo político que aún tiene AMLO y la fe que muchos mexicanos aún profesan en el jefe del Estado. Esto es México.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4