Ha trascendido que el presidente de Estados Unidos tiene un especial interés en que México asista a la Cumbre de las Américas, próxima a realizarse en California, pero no sólo con su delegación encabezada por el canciller Ebrard, sino por su homólogo mismo, es decir, el propio Andrés Manuel López Obrador. Esto, ante lo que parece evidente: la exclusión de parte del gobierno anfitrión a los representantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Quizás pudiera ser de más impacto internacional, que los argumentos que, repetidamente ha esgrimido AMLO al respecto en sus conferencias de prensa, fueran espetados allá, sin tapujos ni temores a represalia alguna, que se supone que se estaría en la casa misma de los adalides de la democracia y la libertad; las afirmaciones de López Obrador en contra de la exclusión y en favor de la unidad del hemisferio tendrían inusitado eco a nivel mundial, no sólo sugiriendo la ya mencionada unidad en pro del diálogo panamericano, sino también sugiriendo cambios hacia dentro de los tres gobiernos hasta hoy marginados, todo esto, en favor de sus sufridos pueblos hermanos.

Una consideración a tomarse en cuenta, pudiera ser el que el gobierno de la 4T esté siendo leal al que demostró, con categóricos hechos, ser quizás el presidente de los Estados Unidos, paradójicamente, más amigo de México que ha habido en las décadas últimas, esto es, el hoy expresidente y aspirante a un segundo periodo, Donald Trump.

La no asistencia de López Obrador bien puede significar una señal más que diáfana a todos los votantes hispanos en Estados Unidos, excepto obviamente, a la diáspora cubana residida en Miami, pero que en número, es muy inferior al resto. Joe Biden y su Secretaría de Estado saben muy bien tanto los alcances del voto hispano cómo la fuerza del liderazgo en Latinoamérica del presidente Andrés Manuel, de ahí su preocupación al posible desdén de este a la reunión cumbre convocada por la administración Biden. Ojalá lo que suceda, abone en favor de todos los pueblos de nuestra América, situación que no suele nunca ocurrir, y eso se puso de manifiesto en la última reunión de la CELAC celebrada en nuestro país, que se redujo en sus plenarias a burdas descalificaciones politiquería por parte de no pocos representantes de los países participantes y en muy pocos acuerdos que se fueran a traducir en beneficios para los ciudadanos de sus naciones.