Ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) la trae contra la UNAM. Al explicar, el presidente de paso golpeó al sistema de educación superior público. La UNAM tiene muchas aristas, algunas negativas; en su mayoría, buenas y algunas ejemplares. Llama la atención que uno de los sectores más afines al régimen sea objeto de la inquina del presidente. Seguramente él asumirá que la crítica es al rumbo que los directivos la han llevado y no a la comunidad como tal. Discutibles afirmaciones presidenciales, por decir lo menos. Además, por lo generalizador de sus palabras difícil diferenciar autoridades y comunidad universitarias. Lo cierto es que quien está con AMLO difícilmente cambiará por la ofensa en sus palabras, eso es parte de lo que se acepta y a algunos, debe decirse, agrada.

Efectivamente, no todo lo de la UNAM es positivo. La institución, por sus dimensiones, está inmersa en la realidad del país. Allí se hace presente lo que ocurre en México, quizás con menor acento, pero están: la misoginia, la violencia de género, el narcomenudeo, la centralización de los recursos, la pérdida de calidad por su insuficiencia y masificación, y muchas otras cosas que la misma comunidad podría identificar. Aún así, la UNAM es razón, orgullo y garantía de inclusión, libertad y de pluralidad ideológica.

La competencia sucesoria se hizo presente. Claudia Sheinbaum, muy próxima a la UNAM, buscó reproducir las tesis del presidente con un confuso malabarismo de palabras. Por su parte, Monreal, quien debe a la UNAM su posgrado en derecho y su cátedra, salió en su defensa. Tomó partido y ganó, no se sabe cuánto, pero ganó. Además, se ubica como el disidente de la prédica presidencial para lo que le sirva.

Lo cierto es que ya se está en el cuarto año de gobierno. Las grandes y encomiables pretensiones del presidente sobre la educación pública, como casi todo lo de su gobierno, han naufragado. Buenas intenciones procesadas en el prejuicio y la ignorancia dan pésimos resultados. Eliminar la evaluación de la educación es un error, propio de quien no tiene el mínimo compromiso con la calidad. Lamentablemente en ello no está solo, son muchos, los más, quienes se resisten a la evaluación, lo que sin remedio lleva a la mediocridad. Quizás sea enfermedad nacional y causa de muchos de nuestros males.

En educación superior se prometió el desarrollo de un sistema de formación público a manera de garantizar el derecho a la instrucción en tal nivel, privilegio de los países desarrollados con sentido de justicia. Ciertamente, es deseable que todo país pueda dar acceso a quienes desean superarse y nada mejor que la educación de calidad. Es una apuesta del régimen de la Revolución, ahora tan despreciado y maltrecho por los gobiernos corruptos que prohijó, algunos formados en la instrucción pública, los más, en la educación privada. Se puede decir que la educación pública fue una proeza nacional, motivo de orgullo y base genuina de lo mejor del México de hoy día.

El acceso a la instrucción superior sigue siendo una expectativa frustrada. Se pensó que era el sexenio de la Universidad Autónoma de Chapingo, por su acreditada calidad y apertura a los sectores sociales del México menos desfavorecido. También, que la amplia red nacional de escuelas técnicas y tecnológicos, y el mismo Politécnico Nacional vivirían sus mejores días. No surgió así, y emergen noticias de algo que ha prendido más en el imaginario del régimen que en la realidad, un sistema universitario que será la medida de este gobierno y de su compromiso con la calidad educativa, el sistema de Universidades para el Bienestar, Benito Juárez García, que suma 28 mil 87 estudiantes, de los 5 millones que hay en el país y como un cuatro por ciento de la población de la UNAM. El presidente, como siempre, tendrá otros datos, la realidad es que no cree, ni hace nada por la educación superior, ni por la universidad.

Al presidente le resultará útil superar la derrota de la elección intermedia en la Ciudad de México. Ayer la cargó contra las clases medias por aspiracionistas e individualistas, hoy por la misma razón ataca a la UNAM y al sistema público de educación superior. La tarea del presidente debiera ser pensar las razones por las que esos sectores han abandonado con su voto a su proyecto político, en su lugar, opta por el golpe artero y ventajoso. Parece no importarle que en el afán de polarizar complica el éxito para quien él anhela esté en la boleta de 2024.

Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto