Francisco Socas ha sido profesor de lenguas clásicas en la Universidad de Sevilla. Lo menciono porque ayer un mexicano culto e inclusive sabio me regaló un libro escrito por él: Séneca: cortesano y hombre de letras. Algunas horas después de recibir el obsequio subí a un avión. En la primera hojeada a tal obra me detuve en una sentencia: “Vale la pena, para hallar una persona agradecida, arriesgarse con las ingratas”.

En realidad, estoy alterando la cita de Séneca tal como aparece en el libro del señor Socas, quien no utiliza la palabra persona, sino hombre: “Vale la pena, para hallar un hombre agradecido, arriesgarse con los ingratos”. Qué pena, ni siquiera gente erudita escapa a la mala costumbre de utilizar el término hombre como sinónimo de ser o persona.

Tristemente, el Diccionario de la lengua española así lo hace: “Hombre. Ser animado racional, varón o mujer”. Pero la mayoría de los otros significados que da la Real Academia Española a la palabra hombre son, precisamente, los de hombre macho:

  • “Varón (persona del sexo masculino)”.
  • “Varón que ha llegado a la edad adulta”.
  • “Varón que tiene las cualidades consideradas masculinas por excelencia”.
  • “Marido o pareja masculina habitual, con relación al otro miembro de la pareja”.

De muy mal gusto todo lo anterior, ya que hombre debería significar solo hombre, esto es, tendría que dejar de incluirse a las mujeres en esa palabra.

¿Qué dice la RAE sobre mujer?

  • “Persona del sexo femenino”.
  • “Mujer que ha llegado a la edad adulta”.
  • “Mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia”.
  • “Esposa o pareja femenina habitual, con relación al otro miembro de la pareja”.

Es decir, para la Real Academia Española mujer significa solo mujer, no “ser animado racional, varón o mujer”. No es justo. Si hombre es sinónimo de ser racional o de persona, el término mujer debería serlo también, pero no ocurre así. Entonces, hombre debe quedar solo para hacer referencia a los hombres y mujer a las mujeres. Ya no es aceptable que hombre incluye a toda la humanidad, masculina y femenina.

En fin, Séneca decía que “vale la pena, para hallar una persona agradecida, arriesgarse con las ingratas”. Leí tal sentencia y de inmediato recordé la historia de AMLO con Lilly Téllez, Germán Martínez y muchas otras personas. Andrés Manuel se arriesgó a llevar al Senado a Lilly y a Germán. Antes de ser presidente, durante su campaña electoral, López Obrador creyó que eran confiables la periodista que siempre ha sido muy de derecha y el cómplice de Felipe Calderón en el fraude electoral de 2006.

Se equivocó Andrés Manuel: Lilly y Germán le traicionaron. AMLO apostó por la decencia de tales personas y perdió. Claro está, otras apuestas las ganó.

El presidente López Obrador no se equivocó con políticos toda la vida militantes de movimientos de izquierda que no han buscado el poder, sino que se han dedicado a la siembra de ideas para concientizar a la gente, como los gobernadores de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y de Baja California Sur, Víctor El Profe Castro. Tampoco se equivocó Andrés Manuel con el mandatario de Sonora, Alfonso Durazo, aunque este haya sido político profesional desde muy joven.

Ahora AMLO se arriesga con las corcholatas. Apuesta a que no caerá en la ingratitud —en la traición, en la deslealtad— quien se quede con la candidatura presidencial de Morena —lo que, como están las cosas, garantiza llegar a la titularidad del poder ejecutivo—. López Obrador puede ganar esa apuesta, pero puede perderla. El tiempo lo dirá.

  • Andrés Manuel conoce a Claudia Sheinbaum.
  • Andrés Manuel conoce a Marcelo Ebrard.
  • Andrés Manuel conoce a Adán Augusto López.

La candidatura no la decidirá el presidente López Obrador, sino una encuesta. Pero, si el encuestador le preguntara ¿por quién votaría AMLO?

  • ¿Por Claudia, desde su juventud en los movimientos de izquierda —como los gobernadores de Sinaloa y Baja Sur—, durante muchos años entregada a una vida modesta en lo económico, la de profesora e investigadora universitaria, oficio de gente muy ambiciosa, pero solo en lo relacionado con la ciencia; una mujer que llegó al equipo de Andrés Manuel para apoyar un proyecto ideológico, no por deseo de poder?
  • ¿Por Marcelo, como el gobernador de Sonora político profesional desde muy joven, un hombre que ha confesado que lleva 40 años ambicionando llegar a la presidencia; sin duda un hábil operador que se unió a López Obrador por un inteligente cálculo político, que evidentemente dio el resultado esperado por el actual canciller?
  • ¿Por Adán Augusto, también político profesional, integrante de una familia cercana a AMLO desde hace décadas?

¿Por qué no estoy incluyendo a Gerardo Fernández Noroña en tales escenarios? Porque Andrés Manuel, me parece, no conoce a ese diputado, idealista como el que más, leal a sus convicciones y a sus afectos, culto y progresista, aunque tal vez demasiado ruidoso. Debería AMLO darse la oportunidad de charlar más con Noroña. No es un apuesta segura, nadie lo es, pero creo que con este diputado las probabilidades de la ingratitud son bajas. Es lo mismo que pienso de Claudia. De Marcelo no tengo buena opinión, así que no no digo más. De Adán creo que este no es su momento, por lo que hará bien si se tranquiliza y espera su oportunidad, que llegará si sabe esperar —las encuestas que le disgustan no mienten: en algunas va en tercer lugar y en otras en la cuarta posición; ya llegará su tiempo para ser el líder, seis años más no es nada, diría el tango—.