México ya podrá contar con los primeros cultivos experimentales de maíz transgénico, luego de que el pasado 31 de diciembre la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) retiró el último candado que impedía la siembra de ese grano genéticamente modificado. 

Las corporaciones trasnacionales de la biotecnología ya se preparan. Primero serán 63 hectáreas en Sinaloa, que fueron autorizadas a la empresa Monsanto, tras haber cumplido con la normativa fitosanitaria exigida en la Ley de Bioseguridad y su reglamento. 

Luego seguirán otras en Chihuahua, Coahuila, Durango y Sonora. 

Una vez que las licencias entren en vigor para las solicitudes en Tamaulipas, en fechas próximas, las extensiones superarán mil hectáreas. 

Promotores y críticos de los transgénicos coinciden en que el último trámite que había que cubrir, y ya está hecho. 

Una vez se complete la fase experimental habría planes piloto de siembra y en una fase ulterior, se comercializaría este maíz genéticamente modificado en México. 

Para algunos productores agroindustriales, funcionarios e investigadores esta situación es como la oportunidad para resolver el déficit de la producción del grano y solucionar, con los nuevos productos, el devastador efecto de las sequías. 

De hecho, la noticia con que la Sagarpa pone fin a todas las resistencias que hasta ahora habían protegido al maíz criollo viene acompañada por una “nota” de las empresas que promueven esos cultivos sobre “la urgencia de pasar a la fase comercial”. 

Pero los defensores ambientalistas en el país aseguran al diario La Jornada, que la siembra masiva del maíz transgénico pone en peligro 70 razas. 

Temen que al dar este paso se pondrá en riesgo la biodiversidad de este grano: ixim, como le llaman mayas y chontales; tlayóhli o tlaoli, como lo conocen los nahuas en distintas latitudes; bachi, de mayos y yaquis; kuxhe, de totonacos; dethá, de los otomíes; xuba, de los zapotecos; sunuko, de los rarámuris; ’ini, de los triquis; nnan, de los amuzgos; xuba, de los zapotecas, y tsiri, de los purépechas. 

México vendría a ser la segunda nación (también China) que siendo centro de origen de un cultivo libera el transgénico para la explotación extensiva. 

“A México le toca proteger el maíz. Es triste ver que es el único cereal que en su centro de origen no es protegido”, manifestó Elena Álvarez Bullya, doctora en genética molecular y coordinadora del laboratorio de genética molecular del desarrollo y evolución de plantas del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 

Fue a mediados de los 90 cuando surgió la polémica en torno a lo transgénico, lo que generó movimientos populares en las zonas rurales. 

Ello motivó que cabilderos de las corporaciones movilizaran millones de dólares en relaciones públicas y propaganda e incluso enfrentó a las autoridades en una discusión que no siempre se ventila públicamente.

 

 

Con información de La Jornada