Las escuelas suspendieron clases, la gente en la calle usaba tapabocas, las campañas para lavarse las manos se miraban por doquier, las personas abarrotaron los supermercados para comprar. No fue la pandemia por coronavirus, se trató de otra más: la pandemia por la influenza AH1N1 del 2009.

En medio de esa situación de pánico y miedo, un niño era señalado una y otra vez: Edgar Hernández. A sus 5 años de edad fue marcado como el “paciente cero”, es decir, la primera persona en México a quien se le detectó la nueva cepa del virus de la influenza.

Édgar, quien vivió las consecuencias de aquel miedo generalizado, pide a la población mantener la calma de cara al Covid-19. Pero, sobre todo, pide la unidad entre la gente.

La vida de Édgar, marcada por el AH1N1

Edgar Hernández, paciente cero influenza AH1N1

A sus 15 años de edad, Edgar Hernández cuenta que su vida no fue sencilla pues toda la gente del pueblo donde vivía (La Gloria, en el municipio de Perote en Veracruz) lo señalaron a él y a su familia como los causantes del AH1N1 y vivieron en carne propia el pánico generalizado que hubo en aquel entonces.

“Todos los de la comunidad venden por decir frijol, maíz, haba, quesos, varias cosas para salir adelante y entonces salían a los pueblos y les preguntaban de donde vienen, ‘de La Gloria’, ‘no, no compren nada de estas personas porque ese producto está contagiado, ellos fueron de la influenza’, (…) nos discriminaban en muchos aspectos, que el pueblo era sucio, que se contagió mucha gente, que hubo muchos muertos y no era así”, contó María del Carmen Hernández, mamá de Edgar y quien fue una de las perjudicadas con aquella pandemia.

La “gripe porcina”, como se conoció en los medios de comunicación, causó terror entre la población debido a las siete muertes que se presentaron entre marzo y abril del 2009 en el país -y que para 2010 la cifra ascendió a mil 32-, pero que en el miedo generalizado y la divulgación de información false se contaban por millones. 

Las personas temían mirarse unos a los otros ante el anuncio de mantenerse resguardados al interior de sus casas. Los casos y la alarma se extendieron a todo el mundo.

Mientras que la gente hacía compras de cubrebocas y gel antibacterial al por mayor, a Edgar le sacaban sangre una y otra vez para los experimentos médicos necesarios.

“Fue una experiencia no tanto agradable debido a los conflictos que tuve durante la infancia ya que era yo muy señalado y muy criticado porque unos niños siempre me hacían sentir menos (…) yo no sé qué pasó, ya de repente me dicen, me hacen burlas, me hacen críticas, me señalan y cosas así, de primero a sexto no quise entrar a la escuela, no quería ir, me sentía extraño, en ocasiones decía que me había enfermado”, narró.

Al “niño cero” le construyeron una pequeña estatua en su pueblo que hoy permanece abandonada.

Mientras la observa, él cuenta que antes era algo bonito pero que hoy permanece en el abandono y tiene razón. La fuente ya no echa agua y alrededor está lleno de basura; se olvidó como también se hizo con aquella pandemia y sus consecuencias.

Por eso Edgar pide mantener la calma ante el coronavirus, acatar la recomendaciones pero siempre recordar que es necesario apoyarse.

“Por muy mal que estén las cosas, siempre hay soluciones de una forma u otra. A la larga salimos ganando (…) tarde o temprano siempre va a haber una cura y siempre va a haber una luz al final del túnel”

Edgar Hernández