El otro día hablaba con una conocida sobre redes sociales.
Al mencionarle que yo no cuento con página de Facebook me "felicitó" por haber podido "romper con ese vicio".
Al comentarle que realmente jamás tuve, ni me interesó tener, una cuenta en esa red social (llegué a tener en Myspace y en hi5 hace años y el resultado fue borrar esas inútiles páginas) su sorpresa fue mayor.
Quizás se preguntó cómo era posible que no me hubiera subido a ese barco repleto de parientes lejanos, tipos que no veo desde la secundaria y bullys ahora disfrazados con la piel de oveja del padre de familia a quienes no les lanzaría una soga si se estuvieran ahogando y me dedicara a vender mecates.
Lo que es aún más interesante es que el número de usuarios de Facebook no rebasa los 600 millones de personas.
Si la población de la tierra alcanzará los 7 mil millones en el año 2012, tenemos que más del 90% de las personas que habitan este mundo no tienen cuenta en la red social.
Soy parte de la inmensa mayoría así que ¿cuál es el problema?
Sinceramente no entiendo el porqué de esa obsesión de algunos por compartir todos y cada uno de los sucesos de sus vidas en Facebook.
Se podrá argumentar lo que sea, pero las redes sociales ya existen desde hace una década (Friendster, LinkedIn, Open Diary, Livejournal) y desde entonces han sido una gran mierda.
Ha cambiado la forma, más no el fondo.



Y ya. Pero dejemos las palabras altisonantes a un lado y analicemos lo que dicen los científicos respecto a redes sociales como Facebook.
De acuerdo a un reporte de la universidad de Stanford titulado "La miseria tiene más compañía de lo que la gente cree" retomado por la revista Slate, sitios como Facebook contribuyen a la infelicidad de la humanidad vendiendo la falsa imagen de que los demás son realmente más felices de lo que son.
Facebook hace mucho tiempo que dejó de ser una red social para convertirse en una curaduría de las vidas de sus usuarios en donde todos fingen vivir la vida perfecta.
La cotidianeidad, el tedio, el aburrimiento, los contratiempos rara vez tienen cabida en los álbumes de fotos y en los mensajes de status.
Como bien señala Slate, la misma existencia del botón de "Me gusta" contribuye a una manipulación de la realidad que favorece las cosas "felices" y "bellas" por encima de cualquier otra cosa.
De acuerdo al reporte de Stanford, las personas tienen una tendencia a sobreestimar la diversión que una persona experimenta y a subestimar sus experiencias negativas.
Si en una interacción en el "meatspace" (la vida real, pues) es difícil lidiar con aquellos que adornan sus experiencias y gustan de relatar a quemarropa hasta el más mínimo detalle de sus "perfectas" vidas ¿Qué tan estresante es leer actualizaciones en tiempo real sobre la novia hermosa, sobre el trabajo excelentemente pagado, sobre los hijos perfectos?
¿Cuántos de los que leen estos mensajes no saben que la novia es una harpía, que el trabajo "ideal" implica estar en una oficina 100 horas a la semana y que la crianza de los hijos no está exenta de múltiples enojos, preocupaciones y contratiempos?
Y esto es apenas la punta del Iceberg.
Han surgido artículos que señalan, por ejemplo, como Facebook aumenta la infelicidad entre las parejas infértiles (supongo que no es bastante cómodo para ellos tener a una bola de pendejos pedantes restregándote las fotos de sus bebés en la cara) y en general ha aumentado la infelicidad entre las mujeres quienes, casualmente, son las usuarias más activas de dicha página.
Lo dicho: Facebook es una mierda.
Lo dice la ciencia, no yo.
Así que sean felices y borren su perfil, que la humanidad ha logrado sobrevivir sin redes sociales durante decenas de miles de años sin ningún problema.