México.- Los susurros de su hija fue lo último que Leticia escuchó. Al otro lado del teléfono Merza Yanira le decía que había sido secuestrada, por lo que no debía contestar ningún número con lada de México. Después sólo hubo silencio durante 13 años.

Fue hasta este 24 de octubre cuando madre e hija se reencontraron en Tapachula, Chiapas; se fundieron en un abrazo frente a las otras mamás de la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos y se dijeron esas palabras de amor que guardaron durante tanto tiempo.

Merza salió de su natal San Pedro Sula, en Honduras, debido a la pobreza y la violencia; dejó atrás tres hijos, una madre y un padre que la amaban y que cada día rezaban por su bienestar. Viajó rumbo a México para atravesarlo y poder llegar a Estados Unidos, sin embargo la delincuencia se cruzó en su camino.

Leticia poco sabe aún de cómo su hija se liberó de sus captores o cómo ha sido su vida en México; lo poco que conoce es que ahora tiene esposo y otros dos hijos a los que también desea conocer.

La hermana de Leticia fue quien le dijo que su hija buscaba contactarla, Merza le había escrito en varias ocaciones a su madre a través de Facebook pero ésta no había contestado ningún mensaje, pues no acostumbra usar redes sociales.

Luego pensaron que podía tratarse de una broma, pues después de tanto tiempo las esperanzas estaban casi perdidas, sin embargo la tecnología una vez más hizo de puente para contactarlas, a través de una videollamada Leticia finalmente se convenció.

Leticia confiesa que aun cuando extraña mucho a su hija, no desea que ella regrese a Honduras; el actual éxodo migrante la ha llenado de dolor y temor al confirmar que en su país no existen oportunidades de empleo y la gente huye de ahí.

Iván Sánchez / SDPnoticias.com

Dice que prefiere usar el poco dinero que tiene para viajar de vez en cuando a México y poderla visitar junto a la nueva familia de Merza, quizás que ella se encuentre con sus tres hijos que también desean verla.

Ahora ya no es la fría pantalla de una computadora la que les permite tener contacto, Merza puede sentir claramente las lágrimas de su madre cayendo sobre su piel, mientras el abrazo que las une, en México, pareciera nunca terminar.