Xalapa.- Ayudar a las mujeres en su labor de parto, cuidarlas antes y después del alumbramiento es una habilidad que pocas desarrollan. María Hernández Mota es una partera y madrina obstétrica que tiene una de las mayores satisfacciones: “ver que de una vida nace otra”.

Desde pequeña cultivó su vocación, ahora, después de 38 años se ha convertido en una persona muy importante para muchas mujeres embarazadas que en su labor de partera asistió y guió con una mano firme a la hora de dar a luz.

A veces, las futuras madres no pueden ser atendidas en un quirófano y es cuando la labor comunitaria de las parteras veracruzanas es crucial en el alumbramiento. María, enternecida, agradece la maravillosa oportunidad de ser parte de la felicidad de las madres que acunan a su hijo entre los brazos y saber que fue partícipe de esa nueva unión.

Cuando la necesitan acude al hogar, donde la reciben con mucho gusto; prepara una cama limpia, el material necesario para el parto y comienza el monitoreo de los signos vitales de la madre y el hijo. Luego, posa sus manos sobre el vientre materno, “Dios nos dio estas manos para ayudar a dar vida, con estas manos damos consuelo, amor y confianza”, dice a modo de oración.

María sabe que debe mantener los ojos abiertos para identificar signos de alarma, porque no debe perder un sólo segundo cuando tenga que canalizar a las futuras madres al hospital más cercano, ya que ella asume la responsabilidad de protegerlos y cuidar que madre e hijo estén sanos.

La habilidad para poder ayudar a otras mujeres es algo con lo que no todo el mundo nace, “se requiere de una sensibilidad especial y mucha paciencia y además es algo que se da poco a poco desde el corazón”.

Entre los juegos de niña se dedicaba a “rendijear por las maderas”, espiando a su abuela ejercer como partera en la habitación contigua. A veces “mi madre me mandaba a traer ruda o cualquier cosita que necesitaran para que me distrajera en esos momentos”, estas mujeres le heredaron la habilidad y gusto por ayudar a otras durante el alumbramiento, está en mi sangre, dice.

“Yo nunca pensé en terminar haciendo lo mismo que mi abuela –dijo–, pero ahora le doy gracias a Dios por esta herencia, una herencia que sirve para ayudar a muchos pequeños para que nazcan con bien”.

“Somos como una segunda madre, tenemos que vigilar el proceso, platicar con su esposo, informarnos sobre la hora y lugar del parto, quién la atenderá, asegurarnos de la disponibilidad de un auto para poderla trasladar en cualquier momento”, expresa con orgullo.

A partir de su experiencia como parteras, estas mujeres ahora sirven a la sociedad como Madrinas Obstétricas, bajo el cobijo del DIF Estatal, llevan un seguimiento preciso del embarazo verificando cartillas de vacunación, alimentación, higiene y demás aspectos fundamentales para el correcto desarrollo del proceso de gestación hasta el parto.