Siguiendo con el impulso y renombre generado por la sexta y séptima entrega; en 1999 Squaresoft presentó Final Fantasy VIII; título que encantó a los nuevos fans, atraídos por sus espectaculares gráficas, pero que dividió a los especialistas y veteranos de la saga.

Las principales críticas hacía el juego fueron en torno al sistema de juego e historia. El primero obvió todo lo conocido previamente, a favor de algo conocido como Junction, donde las magias e invocaciones se enlazaban a los personajes; con el fin de mejorar las estadísticas de ellos. Mientras más poderoso era un hechizo, el aumento era de mayor consideración en todos los aspectos; esto hacía obsoletos a los niveles, pues no aunque proveían una mejora, en realidad está era mínima comparada con lo que se lograba con las magias.

Por esto, se hicieron a un lado los MP; en su lugar los conjuros eran cuantificados de manera natural, podías cargar hasta 100 del mismo tipo (100 Curagas, por ejemplo), el número también era determinante en el status de los protagonistas; no era lo mismo tener 100 Ultimas que 50, la potenciación era más baja a menor cantidad. Como imaginarán, prácticamente se obligaba al jugador a no usar ningún poder de este tipo para mantener en óptimo estado a su equipo. La manera en que se obtenían estos “elementos” era al absorberlos de enemigos o puntos en los escenarios mediante el comando “Draw”.

En el caso de las invocaciones (aquí llamadas, Guardian Forces) enlazadas, estas no subían los atributos de los héroes; pero sí otorgaban diversas habilidades cada que subían de nivel mediante los AP, como más HP, evitar las peleas al azar, poder comprar ítems y armas sin ir a las tiendas, o refinar objetos, que no era otra cosa que transformarlos en magias u otros de un tipo similar. Hay que mencionar que los GF tenían su propia barra ATB para ser llamados, así como HP, mismo que era sustituido por el del personaje invocador, lo cual otorgaba una cierta defensa durante unos segundos, pues los enemigos le hacían daño a la salud del summon. Como pueden ver, a pesar de que simplificaba mucho los estatus de batalla, al mismo tiempo resultaba por demás complejo para aquellos que no prestaran atención a los tutoriales de inicio.

Pasando a la historia, esta fue tachada de nuclear o central, esto es, fuera de los dos protagonistas, Squall y Rinoa, no se abordó mucho al resto del elenco; resolviendo todo con un “todos nos conocemos desde niños”. Esto es cierto en parte, si bien tanto aliados como enemigos no contaron con un relato extenso como en anteriores entregas; sus personalidades presentes fueron lo suficientemente desarrolladas para ganarse el corazón del público en general, aunque uno sí debía de prestar especial atención a todos los detalles que se presentaban para descubrir lo que había detrás de Quistis, Zell, Selphie, Irvine, Seifer y demás.

Otra cosa es que, al igual que la segunda parte; Final Fantasy VIII se alejó de ese contexto fantástico que se venía manejando, apelando más al realismo, con una trama centrada otra vez en la guerra que apelaba a la ciencia ficción, con diseños más estilizados en lugar del SD anterior y eliminando de tajo cualquier traza de ingenuidad previa, muestra de ello es que aquí no se ven a los moogles, ni a los chocobos, a menos que uno vaya a una misión opcional.

A pesar de todos los señalamientos polémico o negativos a su alrededor, esta es celebrada en tres aspectos. Primero, lo técnico; Final Fantasy VIII llevó al PS1 a un lugar que nadie pensaba que podía alcanzar, presentando las gráficas y efectos más impresionantes hasta ese momento, incluso al día de hoy, Liberi Fatali, la secuencia de introducción, es considerada como el claro ejemplo de las capacidades de la modesta máquina de Sony.

Segundo, Triple Triad; el mini-juego de cartas es considerado en general como el mejor desarrollado para la saga, con reglas fáciles de aprender y muy adictivo; de hecho, mucha gente pasó más tiempo juntando cartas y retando a los personajes del juego que en la aventura principal.

Tercero, la temática del amor; el fundamento de esta octava parte fue el amor, pero no sólo entendido de manera romántica, estamos hablando del concepto en un sentido amplio; desde una forma burda, del amor que se tiene por la comida, hasta estadios más complejos como el amor hacía uno mismo y lo que este (o la falta de) puede generar en una persona. Squall es la representación de esto, alguien que no se ama a sí mismo, y que no puede, ni quiere amar a nadie, pues lo toma como símbolo de debilidad.

Terminemos con las reglamentarias curiosidades: Final Fantasy VII fue el único de la franquicia en tener compatibilidad con el PS Pocket, una especie de micro-consola con la que podíamos adquirir otros GF; se introdujo una tercera mascota, el Mumba, un pequeño felino antropomorfo, sin embargo, no contó con mucha popularidad, por lo que no se volvió a usar; fue el primero con contar con un tema musical principal, Eyes on Me, interpretado por Faye Wong; a pesar de las críticas, fue el más popular entre la comunidad videojugadora a nivel mundial, esto se debió, entre otras cosas, a que se le tomó como el “Ocarina of Time” para los poseedores de un PlayStation; específicamente en el mercado mexicano, el título continua siendo de los favoritos, incluso por encima del VI y el VII, sólo superado por su sucesor: Final Fantasy IX.