La cocaína es una droga tan adictiva, que aun después de largos periodos de abstinencia, el simple recuerdo de la euforia que provoca puede disparar un deseo incontrolable de consumirla y terminar en una recaída. Ante ello, científicos de Estados Unidos han desarrollado un tratamiento con base en modificaciones genéticas a los usuarios para combatir su adicción.

Desde hace más de 20 años, investigadores de la Universidad de Tennessee han estudiado cómo se activan y desactivan los genes en las personas, así como los efectos de la cocaína en los ratones. Los científicos publicaron recientemente sus prometedores logros.

Nueva versión de la proteína BChE, la clave del tratamiento

Con base en sus descubrimientos, los especialistas decidieron diseñar una nueva versión de la proteína BChE, que ayuda a regular los neurotransmisores y descompone lentamente la cocaína.

Para lograrlo, indujeron varias mutaciones que permitieron convertir a BChE en una proteína súper CocH, capaz de descomponer la cocaína rápidamente. Cuando CocH se inyecta en el torrente sanguíneo, descompone la droga tan rápido que impide al usuario experimentar los efectos placenteros.

Los científicos señalaron que al inyectar la proteína súper CocH en ratas, se registró una disminución drástica de su comportamiento adictivo a la cocaína

Pese a los buenos resultados, existía un problema: las inyecciones diarias resultaban muy caras y difíciles de mantener durante los años necesarios para prevenir la recaída en humanos.

Terapia génica, la alternativa ideal a las caras inyecciones

Con base en ello, decidieron desarrollar una terapia génica mediante la cual se pueda proporcionar a los pacientes la secuencia de ADN (el gen) que contiene las instrucciones para que su cuerpo pueda producir súper CocH durante meses o años.

La terapia fue probada en ratones. Los resultados sugieren que el tratamiento es tan seguro y efectivo que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos ya aprobó las primeras pruebas en seres humanos.

La mala noticia es que esto implica esperar varios años antes de que se distribuyan los primeros tratamientos, y sólo si se comprueba que el tratamiento es seguro.