Después del exilio viene el pánico para el director Marc Webb. A inicios de año llegó a las pantallas “Gifted”, estelarizada por Chris Evans y Jenny Slate, que fue para muchos el redescubrimiento del director después de hacer dos desastrosas cintas sobre Spiderman. Esta vez regresa con una historia de madurez y twist narrativos sobrevalorados. 

Thomas (Callum Turner) busca encontrar su propio camino en un mundo lejos de su padre, un editor literario intachable (Pierce Brosnan),  y al mismo tiempo frecuenta a Mimi (Kiersey Clemons), una joven con la que tuvo un acostón y con quien ahora se le antoja tener algo más duradero; no obstante, ambos buscan distintas cosas. Todo se complica cuando Thomas descubre que su padre tiene una aventura con una bella mujer (Kate Beckinsale) y justo -como cualquier ser humano- buscará tener una aventura con la amante del ser que le dio la vida, todo gracias a los consejos de su sabio vecino (Jeff Bridges). 

Escrita por Allan Loeb, conocido por su trabajo en “The space Between us” y “Collateral Beauty”, se construye esta nueva historia en busca (como ya es costumbre) de un twist inesperado  (no lo revelaremos) que verdaderamente sorprenda a la audiencia; sin embargo, el desarrollo de la misma es lento y los personajes son pobremente construidos. Constantemente vemos a Thomas narrar paso a paso sus pensamientos y acciones sin olvidar que tenemos un narrador omnisciente que de igual forma nos explica las emociones y sucesos que obviamente están sucediendo ante nosotros. Hace a un lado el maldito twist que funciona como un recurso para despertar a la audiencia más que un shock mortal. 

Webb hace un esfuerzo por mantener a sus personajes interesantes dándoles una profundidad falsa a todos y cada uno de ellos. Como entrar en un estado de Nirvana  cuando hablan de Nueva York de los 70s donde Lou Reed daba conciertos en bares y se filmaba “Taxi Driver” de Martin Scorsese, pero no es suficiente esta medida para que nos importen sus personajes y sus crisis de identidad. 

El joven Thomas es manejado como títere por su vecino ruidoso, un escritor alcohólico que le da los pasos a seguir para conquistar a la mujer que alguna vez fue suya  pero también a la mujer madura que comparte con su padre. Jeff Bridges funciona como un catalizador dentro de la narrativa convirtiéndose en su peor interpretación de sí mismo.

“La amante de mi padre” es una cinta con serios problemas narrativos como de visión, dejando a los personajes femeninos como un baúl de emociones sin deseos, un paso erróneo por parte de la tambaleante carrera del que una vez fue el chico de oro de Hollywood.