Los actos de violencia motivados por la homofobia siguen haciéndose presentes en todos los contextos y con toda la brutalidad posible. El pasado 28 de mayo, en Ecuador, fue brutalmente asesinado por un militar, Javier Viteri, un joven gay de 22 años.

De acuerdo con las indagaciones de las autoridades, el cuerpo de Javier presentó 89 puñaladas en pecho, cuello y espalda, y las heridas fueron propinadas por Hilmar Corozo Medina, un adolescente de 18 años que prestaba servicio militar en la localidad de Arenillas. El culpable ya fue detenido. 

El asesino de Javier Viteri

El día en que fue asesinado, Javier Viteri estaba en casa jugando videojuegos con dos de sus amigos, pero recibió un mensaje de Hilmar anunciándole que lo visitaría así que le pidió a sus invitados que se fueran y ellos lo hicieron sin sospechar que su amigo corría peligro.

Los dos amigos se quedaron afuera del inmueble planeando lo que harían enseguida; minutos después vieron llegar a un joven con pantalones rojos y una mochila, supusieron que se trataba de la cita de su amigo y permanecieron en el lugar un rato más hasta que el entonces desconocido salió con manchas de sangre en la ropa.

Alarmado, los dos chicos persiguieron a Hilmar, pero algunas calles más adelante lo perdieron de vista así que volvieron al departamento, encontraron la puerta cerrada y tuvieron que tirarla para entrar a la vivienda en donde encontraron a Javier cubierto de sangre y sin vida.

Gracias a que uno de los primos de la víctima conocía sus contraseñas de redes sociales, las autoridades lograron identificar al homicida y de inmediato procedieron a su detención, sin embargo, ha trascendido que el caso está siendo tratado como un robo y no como un crimen de odio, lo que ha hecho que activistas de distintos países alcen la voz exigiendo justicia. 

Una vida llena de homofobia

La historia de Javier estuvo marcada por la homofobia y el rechazo que comenzó en el núcleo familiar y poco después terminó con su vida; medios locales y activistas han relatado que durante su adolescencia fue sometido a “terapias de conversión” que buscaban cambiar su orientación sexual para que se asumiera como heterosexual, pero éstas obviamente no consiguieron nada más que causar daño psicológico.

Cuando los padres de Javier se dieron cuenta de que ningún tipo de terapia podría cambiar a su hijo (y tampoco tenía por qué hacerlo),ellos simplemente decidieron correrlo de casa. Desde entonces el joven se vivía sólo y hasta el día de su muerte trabajaba como auxiliar en un consultorio odontológico.