No se toma generalmente en serio a un periodista que es afín al gobierno, que actúa como su vocero y el reproductor locuaz de sus mentiras y de su versión de los hechos como ?verdad histórica?. La falta de independencia, distancia y crítica elimina su condición de periodista ético (lo ?objetivo? no existe). Y si se toma en serio, en todo caso, es por su potencial capacidad para hacer daño a la sociedad a través del ejercicio oficialista de un oficio que supone examen, escrutinio y crítica.

Escribir sobre Jacobo Zabludovsky es decir prácticamente lo mismo que han dicho todos. Porque a pesar de la oscuridad en torno suyo, se trata de un personaje nítido que profesional y existencialmente se divide claramente en dos. 1). El servilismo y el servicio al poder por voluntad y por consigna de la empresa televisora aliada y cómplice de la hegemonía priista. 2). Los 15 años últimos de la existencia en la que hace un esfuerzo consciente por un periodismo ético, independiente y crítico.

En un mismo personaje, la antípoda, los extremos. Y a propósito, qué buen texto el de Julio Hernández al exponer el pequeño pero significativo hallazgo sobre un personaje similar a Jacobo y fallecido en el mismo día y mes pero un siglo atrás, Filomeno Mata (algo más que una callejuela del Centro Histórico de la ciudad), y su inicial servilismo y servicio a la dictadura porfirista (en el caso de ?24 horas? fue un servicio a la ?dictadura perfecta?) y su posterior trasmutación a la crítica y el antiporfirismo.

Si Zabludovsky hubiera perseverado en la televisora cómplice, ayer como hoy, del priismo en el poder, si no hubiera procurado una nueva época como periodista independiente, al morir se estaría hablando de él solamente como otro títere del gobierno, como el cómplice del silencio en torno a la masacre de Tlatelolco y, cuando mucho, de un puñado de entrevistas y de un periodista funcional (que la jerga popular llama ?chayotero?) que técnicamente conocía bien el oficio. En cambio, hoy es un personaje ambivalente. Y sí, cada quien establecerá su personal evaluación. Con el ejercicio periodístico de los tres últimos lustros de su vida, Zabludovsky evitó para sí la monolítica imagen del periodista como caricatura.

Y no hay mejor caricatura del Jacobo de los viejos tiempos que la simpática caracterización e imitación que de él hiciera el comediante Eduardo Manzano, de Los Polivoces, en la propia televisa, que crea tanto al personaje como su parodia: