Tengo el atrevimiento de usar el titulo de un ensayo del reconocido sociólogo alemán Max Weber para mi colaboración de hoy, pero me es inevitable ante la situación que nuestro México atraviesa. Mi camino en la praxis de la política comenzó hace apenas diez años, probablemente no puedo hablar de resultados, por qué, simplemente porque no se podrían explicar más que en experiencias personales y ese no es el objetivo de estas líneas.

 

Para Weber la política es la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, el Estado; por su parte Poulantzas define la política como la lucha o práctica política de clase. Ambas concepciones tienen implícito el concepto del poder, que no es más que una relación, en la cual los individuos buscan salir ventajosos para lograr objetivos colectivos o personales. La política no es buena ni mala, depende de las personas que la lleven acabo y es ahí donde radica el problema, simplemente porque el ser humano tiende a pervertir cualquier práctica.

 

Suele decirse que los ciudadanos estamos hartos y decepcionados de la política, sin embargo, cuántos ciudadanos la práctica con el objetivo del bien común, me atrevo a decir que son los menos. Esto es consecuencia del abandono de la actividad política, de ponerla en manos de unos cuantos a quienes les cedimos nuestro derechos y representatividad, y que a su vez nos arrebataron la posibilidad de fiscalizarlos. Me preocupa en demasía ver cada día menos jóvenes involucrándose en política y no me refiero a temas nacionales, simplemente a su negativa de asistir a una junta vecinal donde se va a tratar temas de su colonia, calle o manzana se ha perdido el interés por tratar de influir en la dirección del Estado o realizar esa lucha de clase.

 

Esta situación le resulta muy cómoda a los partidos políticos, entes a los cuales más de uno acusa de monopolizar la actividad política y que a pesar de ello se encuentran en una crisis, me permito diferir de ambas afirmaciones. Como se menciona anteriormente la política es una actividad que busca influir en el actuar del Estado, también es una actividad que no se puede monopolizar por éste, para ejemplo basta mirar las juntas de buen gobierno del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), sindicatos, colectivos, asociaciones civiles e incluso los comités vecinales, al final cada una de estas expresiones afectan o influyen en el actuar del Estado. Lo que es algo innegable es la necesidad de construir formas distintas de dar esa lucha, utilizar la imaginación para proponer otras maneras de abordar los problemas y tratar de resolverlos, en otras palabras retomar la actividad política.

 

Ahora bien puedo afirmar que los partidos políticos no están en crisis, lo que probablemente este en crisis sea su capacidad de representar a la ciudadanía, pero esto es consecuencia del abandono que le hemos dado a la política. Este problema no es exclusivo de la derecha o izquierda, para muestra un botón, en el Partido Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD) han postulado a sus peores cuadros; en la(s) derecha(s) aseguraron los lugares de los priístas más viejos, así como a los tres grandes perdedores del sexenio de Calderón ocupan los primeros lugares en la lista de Senadores plurinominales y por su parte la izquierda sigue cobijando a personajes tan cuestionables como los Bautista en el Estado de México o la esposa de un dirigente.

 

A pesar de todo esto, no alcanzo a ver un movimiento vigoroso de izquierda o derecha para cambiar esta situación, por el contrario seguimos sentados viendo como la oligarquía económica y política están llevando a la deriva nuestro país. El ciudadano tiene pavor de asumirse con una filia política o incluso militar en algún partido político, se vive bajo un ambiente de conformismo, no somos capaces de generar un sentido válido a la sociedad y al individuo, la desilusión se ha encumbrado y nos impide buscar ya no una revolución, sino una simple renovación, tanto la izquierda como la derecha se han vuelto conservadoras.

 

Ante este contexto, se tiene la obligación como animal político romper con ese conformismo, estar atentos de las tendencias al cambio y a su vez buscar generarlos. México se encuentra en medio de una transición de la modernidad a la posmodernidad, es decir, de la ilusión de una razón y libertad traducidas en derechos, cambio, técnica, ciencia y progreso, al desencanto de esos mismos ideales, pero aun así llevamos una ventaja clara, se puede perseguir la construcción de una modernidad propia teniendo presentes los peligros de ésta.

 

Por ello es necesario una vocación política, retomar esos espacios de los que fuimos desplazados, reconstruir los valores que nos brindaron certidumbre y superar aquellos que invocan la intolerancia y cerrazón, dar esa lucha con ideas y objetivos claros, atrevernos a construir nuevas utopías, proponer un sistema de producción en el cual no tenga cabida la explotación del hombre por el hombre, buscar un progreso sin que esto signifique acabar con la naturaleza y perder el miedo a ser rebeldes. La tarea se muestra complicada, más no imposible.

 

P.D. Mi solidaridad con Xavier Molina y Jesús Ruvalcaba, precandidatos por el Distrito Electoral Federal 31, quienes ganaron la encuesta y aun así se impuso a Víctor Bautista, hermano de Héctor Bautista, cacique que se ha dedicado a destruir al PRD y perseguir a su militancia más valiosa, todo mi apoyo a esta invencible dupla.