Las redes volvieron a arder, saltando del vituperio virtual a comprender la gravedad de una acusación.
¿Cuántos no han agredido e incitado a la violencia? Muchos, desgraciadamente; pocos los castigados en la vida real por sus dichos y hechos en una red virtual.
Y es aquí donde subyace un dilema: ¿en qué momento las redes se erigen en tribunal y pueden juzgar con más ahínco y mayor trascendencia las desafortunadas declaraciones de unos y no de otros? ¿Quién decide qué comentarios son ocurrencias jocosas y cuáles son verdaderas amenazas? ¿Qué criterios, sino los de la propia opinión pública, se utilizan para juzgar la gravedad de la ofensa y, por lo mismo, del castigo y del pago para resarcir el daño?
La justicia, al igual que la libertad, debe de ser rasa, equitativa y pareja para todos (al menos esa es la teoría que deberíamos llevar a la práctica). Por ello, por lo pronto en el mundo virtual, que es lo más cercano que tenemos a un espacio abierto y democrático, tratemos de que así sea. Esto es, eliminemos la violencia verbal de las redes. De los comunicadores, líderes de opinión, políticos y de todos los que apoyamos cualquier causa o idea.
La libertad de expresión no debe confundirse —bajo ninguna circunstancia— con un justificante y aliciente de la violencia. Desde la más nimia hasta las que incitan a fusilamientos o matanzas.
Hoy en día, ejemplos sobran; unos con mayor responsabilidad ante la opinión pública que otros. Así, por mencionar cito algunos: tenemos a Taibo II, Ackerman, Lozano, @ataquelagarto, junto con miles y miles de cuentas de bots y no bots, desde todos los frentes, que insultan a la menor provocación y sin ella.
Hoy toca pedir que se dejen a un lado las amenazas, la violencia verbal y las descalificaciones viscerales. Debemos recuperar la riqueza de la lengua de Paz y de Cervantes, donde se vale disentir pero sin llegar al vituperio.
No es válida la actitud de un opinador, ni de un articulista, ni de líder social; tampoco los posteriores llamados que se desprenden acusando a otros más de bastardos, asesinos o resentidos.
El problema del comunicador que ha “despertado” nuevamente y con toda intensidad este debate ha sido su constante violencia verbal. Por ello, no puede aducir que se trató de “dos palabras y un RT”. En esta ocasión, este acto fue la gota que derramó el vaso de sus ancestrales agredidos.
Invalido es (¿también?) que, a partir de dicho tuit, se anuncie una recompensa sobre la cabeza del articulista. Como reprobable es quien invita a fusilar a quienes disienten de ellos o quien avisa que habrá “chingadazos” si se roba la elección. O, quien defendiendo a su padre, invita a que hagan sus maletas y se larguen del país... Ninguna de las expresiones anteriores es válida.
Tan fácil: si no apoyo, no agredo; si apoyo, aplaudo. No hago lo que no quiero que me hagan.
Podemos vitorear a AMLO, Meade, Anaya, Margarita o al mismo Bronco (otro apologista de la violencia), pero eso no significa, ni puede justificar, el uso y abuso de la violencia verbal que leemos en las redes. Las palabras quedan y generan odio o tranquilidad.
Innegable es que nuestro país está convulsionado por la violencia; no la incrementemos más en las redes. Hagamos un ejercicio de debate entre ciudadanos, defendiendo o señalando los aciertos y errores propios y ajenos. Ello sIn llegar a las descalificaciones simplistas e hirientes.
La libertad de expresión es un binomio; un sí o un no. No debe ni puede haber medias tintas. Si en México el contenido de las redes no es regulado por ningún ente gubernamental, demostremos los usuarios que éstas pueden ser un lugar utópico e idealista, donde se valga el disenso, la discusión y el debate, sin llegar a la descalificación artera ni a la bravuconada incitando a otros a la violencia.
Más allá de los candidatos, de la contienda electoral, todos los que participamos en estas redes tenemos algo que nos fortalece. Somos mexicanos y nos une este país. Quedó demostrado en el temblor y ante Trump. Nos unimos más allá de nuestro candidato o de nuestras ideologías. Igual en estos momentos: no permitamos que la violencia en las redes sea ejercida por nadie. Empecemos por nosotros mismos.