Cada 12 de noviembre se celebra el día mundial de la lucha contra la obesidad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) el sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación de grasa, anormal o excesiva, que perjudica la salud. Desde 1975, la población con obesidad se ha triplicado en todo el mundo. En el 2016 más de 1900 millones de adultos mayores de 18 años tenían sobrepeso y alrededor de 650 millones eran obesos. En México se estima que alrededor del 70 % de los mexicanos padecen obesidad o sobrepeso. Este panorama muestra una situación de salud alarmante si consideramos que contamos con 30% de niños obesos ocupando uno los primeros lugares mundiales. La obesidad no esta limitada a un aumento de peso, trastorno de alimentación o cambios en la imagen corporal. Padecer obesidad conlleva todo un universo de variaciones en la salud que reducen de manera importante la calidad de vida. Padecer obesidad predispone a otras enfermedades y reduce significativamente la expectativa de vida.

Nuestro cuerpo y en particular nuestro cerebro cuenta con mecanismos que regulan cuánta hambre sentimos o en qué momento estamos satisfechos. Las células de la grasa se encargan de controlar los niveles de energía que requiere el cerebro mediante la secreción de una hormona llamada Leptina. Por ejemplo, cuando las reservas de grasa están llenas se disminuyen la sensación del hambre. O peor aun, cuando una persona consume grandes cantidades de grasas saturadas por periodos largos de tiempo, se produce una respuesta inflamatoria que provocará que la persona sienta la necesidad de seguir comiendo sin parar, creando así un verdadero circulo vicioso.

Ante un aumento del consumo de grasas, nuestro cuerpo produce un estado de inflamación generalizado que puede perdurar por años. Dentro de los órganos que más sufren de dicha inflamación se encuentra el cerebro (neuroinflamación), lo que ocasiona alteraciones del estado de ánimo y de las emociones, llegando incluso a producir depresión por lo que los científicos especialistas ya hablan de la intima relación entre obesidad y depresión. La obesidad también ocasiona deficiencias en la capacidad de concentración, en la memoria y el aprendizaje. Los cambios inflamatorios que ocurren en el cuerpo por el aumento de grasa conducen a enfermedades como el síndrome metabólico y la diabetes. Otro factor importante que puede influir para el desarrollo de sobrepeso y obesidad es el estrés crónico, ya que cusa serios desajustes hormonales que afectan nuestro metabolismo.

El sobrepeso y la obesidad también causan daño en nuestro cerebro, recientemente los expertos en obesidad han determinado que existe una fuerte asociación entre el aumento de peso y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer y Parkinson.

Con todo lo anterior, es importante reiterar que la obesidad produce daños serios, que cuando se inician a edades tempranas de la vida producirá consecuencias aún más graves. La obesidad infantil y juvenil es uno de los problemas de salud más delicados en México, lo que representa una verdadera condena para las futuras generaciones. En este sentido, las acciones tendientes a reducir el sobrepeso a nivel individual y social son de extrema importancia. Realizar ejercicio al menos 30 minutos diarios, comer adecuadamente siguiendo las recomendaciones de balance del “plato del bien comer” y comer con horarios bien establecidos, son la base para empezar a combatir la obesidad. No olvidemos que en términos de alimentación no solo cuenta qué comemos y cuánto comemos, sino también a qué hora comemos. Nuestro cuerpo no esta diseñado para procesar grandes cantidades de comida durante la noche ya que somos individuos diurnos, en ese sentido de manera muy simple podemos decir que los alimentos del día son para gastar y los de la noche para almacenar. Otro aspecto básico es evitar a toda costa los alimentos industrializados que, aunque hacen nuestra vida más practica y cómoda, dañan de manera importante nuestra salud.

Nunca hay que olvidar que nuestra salud requiere de grandes cuidados y es nuestra responsabilidad procurarla.

¡No privemos a nuestros hijos y a nosotros mismos de un futuro sano!