Después del terremoto del pasado 19 de Septiembre que cobró la vida de más de 300 personas y afectó cientos de viviendas dentro de la capital y en estados aledaños como Puebla, Estado de México y Morelos, resulta complicado volver a la rutina.

Ante la situación de emergencia que inició con ese terrible evento, miles de personas, en su mayoría jóvenes, salieron a las calles para brindar ayuda. Era común observar grandes cantidades de gente uniformada dirigirse hacia los edificios colapsados para ayudar a recoger escombros, repartiendo comida, recolectando víveres o regalando diversos artículos. 

A pesar de que muchas de las brigadas que se formaron estaban lideradas y conformadas por universitarios, los directivos y representantes de varias escuelas decidieron reanudar sus actividades a menos de una semana del desastre.

Tal fue el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México, que en medio de la tragedia mandó un comunicado donde se informaba a los estudiantes que las actividades académicas volverían a la normalidad el lunes 25 de septiembre, resolución que causó descontento entre la comunidad.

La realidad es que cada uno de nosotros, paulatinamente y según diversos factores, tendremos que regresar a las actividades cotidianas, sin embargo es justificada la molestia que mostraron los estudiantes ante la intención de querer normalizar todo lo más rápido posible.

Sabemos que una semana extra no va a resolver todas las situaciones difíciles presentes actualmente, también sabemos que se va a requerir apoyo durante, por lo menos, varios meses para los afectados; pero es casi inhumano pretender volver a las aulas cuando todavía se encontraban personas dentro de los escombros, cuando decenas de familias esperaban saber algo de sus parientes, cuando cientos de viviendas quedaron dañadas y otras miles ni siquiera contaban con servicios básicos como la luz y el agua.

El pasado sismo provocó muestras increíbles de solidaridad que emocionaron y aplaudieron incluso en el extranjero, pero al mismo tiempo destapó la poca empatía de muchas personas que, a pesar de las dimensiones de la catástrofe, alegaban que era necesario volver a la escuela y calificaban como “flojos” a los que pedían recorrer el calendario una semana con la intención de seguir ayudando en brigadas, pero sobre todo con el propósito de que los damnificados encontraran un poco de estabilidad antes de exigirles retomar la rutina.

Finalmente, en su mayoría,  tanto facultades como universidades cedieron ante la petición y otorgaron el cese de actividades académicas hasta el próximo dos de Octubre, cuando el traslado de universitarios no afectará labores de rescate, así mismo se piensa que los servicios se habrán normalizado y se espera que las familias afectadas ya contarán con un techo donde dormir.

En ningún momento se estuvo en contra de seguir preparando jóvenes para el futuro, simplemente se solicitaba una actitud mucho más considerada hacia los perjudicados.