Este tan turbulento año 2020 fué el 70 aniversario de un campeonato mundial de fútbol icónico, el de Brasil 1950, en el que se reanudaron dichas justas que se interrumpieron después de el de Francia 1938, debido a la conflagración bélica mundial. Famoso por el trágico "maracanazo" en el que a Brasil, país sede y gran favorito, Uruguay le arrancó de las manos la Copa Jules Rimet, en un partido, que contrario a lo que se cree y por su formato, no era la gran final, pero sí el partido que definía al ganador, dado la posición en la que llegaban ambas escuadras, de hecho, a la "verde amarella" le bastaba un empate para coronarse. Lo demás es historia.

En México aún no existía el profesionalismo en el fútbol, por lo que los jugadores no podían vivir de dicho deporte, y sólo lo practicaban en sus ratos libres de sus diversas actividades, profesiones u oficios desempeñados. México no participaba desde Italia 1934, donde le tocó inaugurar la justa, en un partido contra los Estados Unidos, el cuál se perdió, en una especie de juego de repesca, del cuál aún se discute si fué (oficialmente) parte de dicho mundial o no; lo cierto es que se disputó con la presencia, ni más ni menos, que del DUCE, Benito Musolinni; casualmente a México le había también tocado inaugurar el primer mundial de todos, en Uruguay 1930, en un partido contra Francia, en el que se perdió por marcador de 1 a 4.

En el primer partido, en el cuál también se disputaba el primer partido oficial el en flamante estadio más grande del planeta hasta ese momento, el Maracaná, en dónde México se llevó un 4 a 0 en contra.

De ahí, el siguiente fué, ya no en Río de Janeiro, sino en la Ciudad de Porto Alegre, se mediría contra el conjunto nacional de Yugoslavia, dónde México no tuvo siquiera una cancha donde entrenar, haciendolo en parque público de la plaza central. El resultado, otra goleada, ahora por 1 a 4.

El tercer y último compromiso sería contra la escuadra de Suiza, en el cual nuestra selección llegó ya mucho más aclimatada y con mejor ritmo de juego, es ahí donde ocurrió un evento que sería ahora imposible de presenciar: ambos equipos tenían idéntico uniforme (color guinda), y no había otro camino que el del azar pára ver cuál jugaba con el propio, el volado lo ganó México, pero en un acto de generosidad pára con los helvéticos, los directivos nacionales cedieron ese derecho, teniendo la selección mexicana que jugar con uniformes prestados, los del equipo de la Ciudad, el Gremio de Porto Alegre, siendo la única vez que México ha jugado con un Jersey a rayas verticales, colores azul celeste y blanco, más negro; este juego México bien pudo haberlo empatado, o incluso ganado, pero la fortuna no fué la misma que en el volado, y Suiza ganó por un apretado marcador que 1 a 2, con gol del primer idolo mexicano en este deporte, Horacio Casarín.

Si bien este año hubiese sido imposible, bien pudiera ser más adelante, pero bien merecida se tiene esa anécdota de ser rememorada, jugando un partido amistoso, ya sea con la selección de Suiza o la de Brasil, donde la selección mexicana juegue con una casaca con los mismos colores del Gremio de Porto Alegre, mismo Jersey que, en edición especial y única, se pueda comercializar con buena respuesta de la afición mexicana, y también y de paso, de la de la afición de Porto Alegre. Ojalá eso algún día se cristalizara, y nunca se abandone la veta indudablemente romántica que tiene el fútbol, el deporte más hermoso del mundo.