Hay quienes afirman que la silla presidencial tiene el poder de volver loco a todo el que se sienta en ella. Otros dicen que esta aseveración es relativa, pues si bien es cierto que quien en ella se sienta tiende a perder el piso y a alejarse cada vez más de la realidad, también lo es que existe una pastilla milagrosa que los pone en orden: Ubicatex, de 30 miligramos.
Varios ejemplos ilustran el poder de esta mágica píldora.
Si Carlos Salinas de Gortari la hubiera tomado a tiempo, tal vez ahora sería recordado como un gran presidente de México. Sin embargo, el hombre que quiso ser rey, como lo describió Enrique Krauze fue víctima de su propia ambición, más allá de toda duda.
Un caso curioso es el de Andrés Manuel López Obrador. La silla del gobierno del DF no fue tan poderosa como el banquillo de los acusados. ¿Quién puede dudar que fue el mismo Fox con el caso del desafuero quien lo catapultó a la fama mediática convirtiéndolo en su némesis?
Sin embargo, Enrique Peña Nieto es un caso emblemático.
Cuando fue gobernador del Estado de México, se suscitaron algunos hechos propios de la silla del poder que hasta hoy lo persiguen. Es durante su estadía en ese estado, que se suscitaron escándalos de infidelidades, vínculos de corrupción con Arturo Montiel, los nexos con Televisa y hasta el mote de ?El copetes?.
Durante su campaña presidencial, las pastillas de Ubicatex comenzaron a surtir efecto a partir de tres graves intervenciones quirúrgicas: el dislate de la FIL, el movimiento #YoSoy132 y la guerra perdida en las redes sociales, que lograron incluso alterar la agenda del entonces candidato presidencial.
Y es que la crítica, el poder de las redes sociales y el activismo ciudadano convertidas en pastillas de 30 mg, administradas virtual y oralmente, ubican al más perdido.
Baste recordar que con El Pacto por México, Enrique Peña Nieto no solamente olvidó considerar la dosis sugerida, sino que empezaba a sucumbir al embrujo de la silla. Se la comenzó a creer, vamos.
Y de nuevo, las dosis fueron terriblemente dolorosas para todos los involucrados, por las implicaciones que tuvieron en casi todos los órdenes del país: Los crímenes de Ayotzinapa, el asunto de las casas de HIGA y el escrutinio de la prensa internacional, cuestionando al presidente que una vez habían calificado como ?El gran reformador?.
Indudablemente, uno de los efectos colaterales de la dosis es que la realidad pinta a la silla más como una suerte de rifa del tigre que como una fuente de privilegios.
La gran paradoja es que parece ser que al presidente Enrique Peña Nieto, las dosis le van haciendo efecto. Ojalá.
Otro que ya se tomó la medicina anticipadamente es Luis Videgaray, le ayudará.
En fin, en una de esas EPN termina por ser el presidente que México necesita.
¿Usted qué opina, estimado lector?