La celebración del Bicentenario de la Independencia de México tuvo la desgracia de haber caído en manos del Partido Acción Nacional y el funesto gobierno de Felipe Calderón. Entonces, escribí que los festejos del 200 aniversario de la gesta histórica fundacional serían de fantasía y para el olvido:

“En 2010, FeCal ha anunciado una fantástica celebración y para ello, por medio de la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bi-Centenario, ha contratado a una compañía trasnacional para que se haga cargo de la producción de los programas culminantes del 15-16 de septiembre y el 20 de noviembre, Specktak Productions, cuyo CEO, es decir Chief Executive Officer, el mero mero pues, es Ric Birch, famoso productor de eventos como inauguración de olímpicos, casinos, espectáculos globales diversos; alguien, en suma, muy interesado en la historia de México. Porfirio Díaz le dio un toque muy francés a sus festejos del Centenario de la Independencia y construyó grandes obras conmemorativas. FeCal sueña con un evento tipo Holywood-Broadway: luces y sonidos destellantes, cegadores, ensordecedores: que nadie vea ni oiga, tan sólo se abandone a la catarsis, el rapto alucinante, fantástico, para olvidar de lo que se trata en realidad el Bi-Centenario.” (“El Bi-Centenario de Fe-Cal: Fantasía y olvido”, 15-02-10, Sdpnoticias; desaparecido de la red).

Y sí, todo terminó en un “show”. Espectáculo de luces, sonidos y corrupción; el ejemplo más evidente, la costosa y horrenda “Estela de Luz”.

No obstante, a pesar de la decadencia oficial, hubo en 2010 expresiones valiosas incluso dentro del propio gobierno, manifestaciones que acaso escaparan al control del poder autoritario del encargado del ejecutivo entonces. Así sucedió en Copenhague, Dinamarca.

En el año del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, era embajadora de México en Dinamarca, Martha Bárcena (2004 a 2013), cargo que hoy ocupa en la principal embajada del país en el exterior, en Washington, Estados Unidos, nombrada por el presidente López Obrador (esposa del también diplomático en retiro Agustín Gutiérrez Canet, tío, por cierto, de Beatriz Gutiérrez Müller). Para el festejo mexicano en el país escandinavo, la embajada organizó un magnífico evento artístico en el Museo de la ciudad de Copenhague y se comisionó a Alfredo Moreleón una obra musical que fue estrenada para la ocasión. El resultado fue Trilogía del Bicentenario.

Alfredo Moreleón Guizar (1948-2020) falleció el pasado 2 de septiembre. Músico, rescatador de música tradicional mexicana, compositor, tuvo un periplo vital interesante. Nacido en La Piedad, Michoacán, salió para estudiar en Estados Unidos. De ahí se fue a Grecia y tomaría como residencia permanente por 40 años y como destino final, Dinamarca. Lo vi en un par de ocasiones precisamente en ese país durante los últimos tiempos y conversé con él en una de ellas. Afable, cálido, culto, ameno, liberal, confirmé la impresión que de él me había hecho con anterioridad por las distintas referencias. Era visto por la comunidad de “mexicanos escandinavos” como una suerte de maestro, acaso como una figura paternal de músicos y artistas. Estos le tenían muy alto en su estima y le guardaban respeto y afecto. Y es que Moreleón no sólo se ceñía a la actividad musical y creativa, solía unirse a las manifestaciones y protestas por las causas sociales y políticas en las que creía. La defensa de los derechos humanos o el clamor de justicia por los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa; por ejemplo. Y naturalmente, expresaba en primera instancia su amor por el país de origen, por México; lo cual es más que evidente en su música.

Al enterarme de su fallecimiento pensé en escribir una semblanza de Moreleón y compartir algún fragmento de su creación. Al considerar que, de lo que conozco de su obra, la Trilogía es en verdad atractiva, decidí esperar a la celebración del 210 aniversario de la Independencia; ahora que su música puede llegar a tener la valoración y la difusión merecida en México. En el Canal 22 se han presentado dos fragmentos de recordación del compositor y precisamente de la Trilogía, no obstante, hay algo confuso en la información en relación a esta pieza. La han ofrecido como Trilogía del Centenario; también en la información en los enlaces de youtube así se anuncia. Pero en el video original de 2010 está escrita como Trilogía del Bicentenario. Y si uno escucha la característica musical del fragmento principal o final de dicha pieza que incorpora instrumentos prehispánicos como efecto (teponaztli, pitos, conchas, caracol) y el texto en náhuatl entreverado con el español, uno estaría más dispuesto a pensar que se refiere, más que al Centenario de la Revolución (aunque el evento del Museo de Copenhague se haya realizado en noviembre), al Bicentenario de la Independencia. Acaso por las tradicionales miserias presupuestales asignadas al arte y a la cultura hayan querido “matar dos pájaros del mismo tiro”. Otra especulación afirma que las tres partes serían: 1. Preludio, 2. Son de mi tierra, 3. Corrido de Laredo; será importante tener acceso a la partitura. Edgardo Bermejo, que era el agregado cultural en Dinamarca en 2010 y ahora es comentarista en un programa del Canal 22, bien haría en informar sobre el asunto.

En fin, la aclaración tendrá que venir de quien esté interesado en profundizar en la obra general y en particular en esta pieza de Alfredo Moreleón de la cual comparto un muy agradable fragmento. El ensamble orquestal, conformado y dirigido por el compositor, está formado por músicos mexicanos que han vivido por muchos años en los países escandinavos y han desarrollado una actividad artística en las tierras nórdicas; destacan las cantantes Rocío Olalde y Edith Tamayo.