30 de abril de 2024 | 02:38 a.m.
Opinión de Ociel Mora

    Proyectos, proyectos, no figuras totémicas

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    La miseria de la clase política nacional la podemos ver en blanco y negro en el caso específico del trabuco poblano. Como se sabe, en las elecciones de julio pasado en la entidad se votó para gobernador, diputados y presidentes municipales, amén de los puestos federales en discordia. Morena se levantó con el triunfo en prácticamente todas las candidaturas, con la salvedad de la gubernatura, cuyo candidato fue la señora Martha Erika Alonso, esposa del ex gobernador Rafael Moreno Valle Rosas. Un personaje que cobró fama por haber montado en un periodo de seis años un cacicazgo funesta en pleno siglo XXI, y en un país con instituciones relativamente democráticas e independientes entre poderes. Una antiguya.

    Como gobernador del PAN, Moreno Valle se las arregló para manipular y deshacer la vieja institucionalidad y montar una nueva del tamaño de sus necesidades personales para, primero, conservar el control de la entidad y hacer de ella la plataforma financiera para convertirse en candidato a la presidencia de la República, y segundo, cooptar a las principales oligarquías económicas nacionales ofreciéndoles negocios millonarios al amparo del presupuesto (cerca de 700 mil millones de pesos en ocho años). Fue como aparecieron en Puebla los mayores magnates de Atlacomulco al frente de megaobras. Por cierto,  son las más cuestionados por sus sobrecostos, pagadas varias veces. Ocultas a la opinión pública mediante la figura de fideicomisos y demás argucias legaloides. Al día de hoy nadie sabe a ciencia cierta a cuánto asciende la deuda heredada por el ahora finado senador de Acción Nacional.

    Moreno Valle supo con antelación que su mujer no ganaría la elección y que su proyecto nacional y sus negocios públicos-privados estaban en riesgo. Entonces, el día de la elección, montó un dispositivo de inestabilidad y violencia para ahuyentar a los electores de las casillas. El saldo de la jornada: balaceras y varios muertos. Entre los principales damnificados a nivel nacional se puede contar a la empresa encuestadora Consulta Mitofsky. La entidad se sumió en un conflicto poselectoral y de inestabilidad política que duró cinco meses y medio, durante los cuales los servicios públicos y la actividad económica se paralizaron. El fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que, por un voto de su presidenta, determinó mantener el triunfo de la esposa del ex gobernador, elevó el grado de discordia y la polarización se exacerbó de nuevo. El Tribunal hizo creer a la opinión pública que habría elecciones extraordinarias.

    La gobernadora electa no  pudo protestar el cargo ante el poder legislativo (Cámara de Diputados) como mandata la ley, sino que lo hizo a la media noche, a hurtadillas de los medios de comunicación, en un sitio que nadie sabe dónde fue.  Protestó respetar y hacer respetar las leyes ante el presidente del Tribunal Superior de Justicia y el gobernador en turno. El Congreso del Estado se mantuvo en sesión permanente en espera de la presencia de la gobernadora electa y celebrar el ritual de ley. Pero no llegó. Porque a su marido, y muy seguramente a ella también, el Congreso y sus diputados siempre le parecieron una oficina secundaria de trámite. Como en efecto hicieron sus legisladores durante ambas legislaturas.

    A eso de las cinco de la tarde, del 24 de diciembre, yo viajaba en un camión de segunda rumbo a la ciudad de México, cuando de repente la señora de al lado, una mujer robusta y mandil, se volteó y me habló así. “Dios castiga”. “Los Moreno Valle están muertos, los dos, de un jalón. “Es un buen día”. En efecto, la fatalidad había alcanzado esa mañana a esa pareja que en su vida pública se mostró infalible a todo y ante todo. Pero no al dedo divino, como habría dicho mi acompañante.

    Puebla sigue sumida y paralizada. Todos los grupos políticos se apuñalan por ganar no uno sino dos periodos de gobernador. El primero de unos cuantos meses, mientras se llama a nuevas elecciones; el segundo,  para terminar el periodo inconcluso que dejó la difunta. El caso que denota la miseria es que todos los aspirantes pelean por la chequera pero hasta ahora nadie se ha propuesto ofrecer un diagnóstico sobre el estado en el que se encuentra Puebla, y qué proponen hacer para sacarla del pozo de las inmundicias.