Ante los grandes problemas que tiene México, está fallando la vieja teoría de la unidad en tiempos de crisis.

La polarización en el país tiene una mezcla de posiciones que finalmente con diferentes grados, se funden en dos: la derecha y la izquierda.

La gama de intereses que se mueve toca a ambas corrientes y nos sorprende ver a gente que se dice de izquierda y pontifica sobre una revolución que según ellos está al dar vuelta, pero que a la hora de razonar coincide con la derecha.

Esa polarización se catapultó con la llegada de AMLO a la presidencia y no porque los 30 millones sean de izquierda.

En ese maremágnum hay variedad, sobre todo de personas que desean un cambio en el país quizá no en lo ideológico que a lo mejor a muchos no les importa, sino en las cosas prácticas, la seguridad, el fin de la corrupción, mejores formas de vida.

Las decisiones del gobierno anunciadas en su campaña por la presidencia y que no pudo ser enfrentada con votos por los opositores, han agudizado esa polarización hasta grados que pueden ser peligrosos.

Golpe, la palabra prohibida en México se ha mencionado muchas veces -incluso desde la presidencia-, y se habla ya de grupos que conspiran en la oscuridad para impulsar paso a paso un golpe blando.

El término no es nuevo pero México siempre llega tarde a esas concepciones.

Yo recuerdo que desde 1989 cuando la invasión en Panamá, escribí varios reportajes en los que mencionaba la guerra de baja intensidad y apenas hace unos pocos años que el término se empezó a discutir aquí.

Esos temas se analizan en las universidades, pero la separación que éstas tienen con la gente común -incluso con muchos de los escriben comentarios- y la presentación de tesis ahítas de teorías que jamás se aclaran ante ese público común, dificulta tener acceso a un conocimiento más general.

 

La historia ha demostrado que los grandes eventos que convulsionan a los pueblos, los acercan como un mecanismo defensivo. La existencia de aliados en las guerras, evidencia la toma de posición ante un enemigo común.

Pero se da también en los desastres.

En México se ha demostrado la unidad y solidaridad de la gente -sin importar clases-, en el caso de los sismos, por ejemplo.

La votación del primero de julio de 2018 fue también una decisión solidaria ante la destrucción del país que habían dejado los anteriores gobiernos.

Treinta millones fue una eclosión. Lo curioso es que la situación que se enfrenta en estos momentos, sobre todo en la inseguridad que afecta entre otros sectores, el económico, no ha cohesionado a la gente.

Al contrario ha sido utilizado para polarizar e intentar sacar ventaja de la situación para volver a las antiguas condiciones.

Esta contradicción que desdice la búsqueda de unidad en la crisis, tiene mucho que ver con la exacerbación que se da desde el exterior -la vieja CIA ya tenía manuales desde hace tiempo, sobre como ir dividiendo y debilitando a los pueblos-, y organismos que deberían de promover esa unidad, como la OEA, apoyan por el contrario, la división de países y por lo tanto el enfrentamiento interno de sus poblaciones.

 

En todas las sociedades hay organismos e instituciones que tienen como finalidad dividir a los habitantes.

Un caso son las iglesias, que hablan de buenos y malos, de paganos y fieles, de hermanos y enemigos, de los nuestros y de los ajenos, etcétera. El Demian de Hermann Hesse (Editores Mexicanos Unidos S.A. 2015) que parte de dos mundos, como el día y la noche, se convirtió aquí, en un libro didáctico para los preparatorianos. La propia adolescencia del protagonista Emil Sinclair y su juventud posterior, fueron tomadas por las instituciones educativas, como un acercamiento a la forma de pensar del personaje y la influencia que tuvo en esos años un extraño personaje llamado Max Demian.

Algunos sostienen que éste leía la mente, pero en realidad de acuerdo a lo que él mismo decía, es la simple autopenetración en uno mismo lo que hace que lleguemos a conocer a los demás y penetrar en muchas ocasiones en sus pensamientos, sin que desde luego los podamos cambiar.

Es un libro que refleja las ideas de la época, de la divinidad Abraxas que concentra en sí misma el bien y el mal y que menciona Hesse, premio Nobel 1946, igual que las doctrinas de Jung, la referencia de Nietzschte y todo lo que dominaba el pensamiento europeo de 1919 cuando se publicó este libro.

El planteamiento de la polaridad en el ser humano -Abel y Caín- la existencia de los dos mundos (así se llama el primer capítulo) el claro y el oscuro que coexisten y se mezclan, la interacción que hay entre ellos, es la tesis de esta obra que ha merecido miles de interpretaciones y que otro premio Nobel (1929), Thomas Mann, calificó de obra maestra.

Demian desaparece al final y el protagonista queda en su lugar como una dualidad que siempre existió.

Hesse, nacido en Alemania en 1877, murió en Suiza en 1962. Su obra fue copiosa, en la que destacan Siddhartha, El lobo estepario, el juego de los abalorios, Bajo las ruedas, Fabulario, Gertrud, entre otros.

Dos frases de Demian que reflejan las posturas de Hesse al escribirlo, se refieren al presentimiento “que me hace intuir que se acerca la destrucción de un mundo viejo” y “lo nuevo empieza y lo nuevo será terrible para los que están apegados a lo viejo”.

Han pasado cien años desde que se escribieron, pero ese pensamiento es actual.