Lo que hoy vive el mundo es una guerra. Una especie de tercera guerra mundial, no armada, de carácter económico financiero en la que sólo habrá 62 sobrevivientes.
Oxfam, una organización no gubernamental internacional dedicada a combatir la pobreza y la desigualdad, denunció hace unos días que mientras en 2014 la concentración de la riqueza estaba en 80 manos, hoy sólo está en 62 multimillonarios.
Esto significa que el resto de la población planetaria, especialmente los países con más pobres, será la principal víctima de la pugna a muerte que enfrentan hoy China, Estados Unidos y la Unión Europea por imponer un nuevo orden económico mundial.
Los directivos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, banqueros, empresarios y jefes de Estado ponen cara de duelo cuando se refieren a la baja imparable de los precios del petróleo y a la devaluación de las monedas, pero nada dicen sobre “la gran brecha”, término con que el Nobel de Economía Joseph Stiglitz denominó la desigualdad social y la exclusión.
El papa Francisco, con esa aptitud singular que tiene para construir imágenes, dijo en una de sus primeras declaraciones a la prensa vaticana: “No puede ser que no sea noticia la muerte por frío de un anciano en situación de calle, y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”.
Después de que el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, advirtió que las economías emergentes, como la mexicana, deben estar preparadas para un choque al que calificó como “potencialmente grave”, cabe preguntar si el gobierno mexicano tiene algún margen o idea para impedir que se expanda aún más “la gran brecha”. Para impedir que los 55 millones de pobres que existen en el país asciendan a 80 o a 100 millones, y que los ricos utilicen la crisis —como siempre sucede— para ser más ricos.
Esta guerra —que nadie se atreve a llamar guerra y que los titulares de los distintos organismos financieros se limitan a bautizar como volatilidad— puede arrojar más víctimas que una conflagración armada. Víctimas que no sólo estarían del lado de las clases medias y de los marginados sino de gobiernos débiles e inestables.
Las cifras presagian tormenta en el horizonte: México sólo alcanzará un crecimiento del 2.6%, según el FMI; en la calle, según el Banco Mundial, hay cada vez más ninis; Naciones Unidas habla de una crisis de desapariciones de niños menores de 15 años; el narcotráfico es la tabla de salvación en las comunidades rurales.