La iniciativa presentada por la Senadora Sonia Rocha Acosta del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, presentada el pasado 6 de Marzo de 2017 y respaldada por un importante número de Senadores de su partido, es una Iniciativa que reforma el Art. 55 de la Constitución y que propone como requisito para ser Diputado contar con cédula y título profesional de estudios de nivel superior.

A primera vista la intención pareciera ser buena. Sin embargo, lo que en el fondo la Senadora propone, es un cambio de régimen que transite del actual modelo de democracia o gobierno del pueblo (Demos y Kratos) hacia la aristocracia o gobierno de los mejores (Aristoi y Kratos), es decir, excluir a la mayoría de la población del acceso al poder y volverlo exclusivo de una élite intelectual bajo el supuesto de que, a mayor nivel educativo se tendrán mejores resultados de gobierno.

La premisa no es necesariamente cierta. Lázaro Cárdenas es uno de los Presidentes más reconocidos en nuestra historia y el General fue a la escuela hasta los 11 años, eso es prueba de que los grandes estadistas y los grandes gobernantes no surgen necesariamente de las aulas. No vayamos tan lejos. En la actual legislatura la también Senadora panista Gabriela Cuevas cuenta con una experiencia y producción legislativa bastante superior en cantidad y calidad a la de la Senadora Sonia Rocha y solo tiene licenciatura trunca.

Los sofistas de la Grecia clásica enseñaban de política sin ser políticos y sin entender la política. El caso de la Senadora Rocha es un claro ejemplo de que un título universitario y un cargo de representación no te convierten en un estadista, un virtuoso de la ley, ni en alguien que brille necesariamente por sus ideas.

En la presente legislatura solo un 15% de los Diputados no cuenta con carrera universitaria, por lo que dicha modificación a la Constitución no representaría un cambio sustancial en el trabajo legislativo, por el contrario, manda una señal de exclusión, discriminación y de desprecio a la capacidad intelectual de la mayoría de la sociedad.

No es un título o una cédula profesional lo que te hace un buen político, es la capacidad intelectual en conjunto con la experiencia, la voluntad política y la capacidad de ejercer el poder con virtud y con justicia, anteponiendo los intereses de la nación a los intereses de partido, facción o personales. Teoría y praxis son indispensables en la formación y el sano ejercicio de todo buen político. El equilibrio es la clave.

La Constitución establece en su Art.  35 que todos los ciudadanos mexicanos tienen derecho de votar y ser votados. Tener un título universitario no es requisito ni para ser presidente de la República (Art. 82), ahí radica la esencia de nuestra democracia, en la igualdad de oportunidades. Bajo un gobierno democrático, siendo abogada y además Senadora, sorprende que proponga una iniciativa que en esencia viola los derechos de participación política de casi el 80% de la población que carece de un título universitario. El tema se agrava cuando en la página del Senado aparece como Secretaria de la Comisión de Asuntos Indígenas. El tuerto es rey en tierra de ciegos. Después querrá reducir la participación política por Universidades, por ideología, por color de piel, por creencia religiosa, y así hasta quedar ella sola como única opción. El poder también genera arrogancia.

No es excluyendo a la sociedad como se van a obtener mejores legisladores, es en sus respectivos procesos internos donde los partidos políticos tienen la obligación de filtrar los mejores perfiles que garanticen no solo votos sino además capacidad y calidad en el ejercicio del poder. Es a través de nuevos y mejores instrumentos de transparencia, de rendición de cuentas y de fiscalización como los ciudadanos podremos premiar o castigar el actuar de nuestros representantes.

El Síndrome de Hubris tal y como lo explica Owen se produce cuando “la experiencia del poder les provoca cambios psicológicos que los conducen a la grandiosidad, al narcisismo y al comportamiento irresponsable”. Su remedio radica en el diario ejercicio de la humildad. De no ser así, los panistas corren el riesgo de terminar como el Rey Persa Jerjes: apaleando las aguas del mar como castigo por haber hundido sus barcos.