La crisis que vive el PRI obligó a ese partido a “ciudadanizar” sus políticas electorales, dando así lugar a los llamados “candidatos simpatizantes”, por lo que cualquier ciudadano podrá acceder a las candidaturas sin tener que contar con los 10 años de militancia anteriormente estipulados en los estatutos. Empero, se dice que el fondo de esa determinación tiene “dedicatoria” a favor de los delfines del presidente Enrique Peña Nieto para relevarlo como huésped de Los Pinos: los secretarios de Hacienda y Crédito Público (SHCP), José Antonio Meade Kuribreña, y de Educación Pública (SEP), Aurelio Nuño Mayer.
Si Morena ha tenido éxito con la “apertura” a ciudadanos y militantes de otros partidos, y el PAN y el PRD también pugnan por hacer realidad su “Frente Amplio” con la captación de ciudadanos y organizaciones dispuestos a respaldar a esa coalición en las elecciones del 2018, ¿por qué no implementar en el PRI una estrategia similar de puertas abiertas a quienes deseen no solo apoyar al partido, sino incluso asumir candidaturas para los diversos cargos de elección popular que se disputarán en las urnas el próximo año?
Desde esta perspectiva, la estrategia y el rompimiento de los “candados” para liberar las candidaturas resultan muy atractivos y, por lo tanto, se menciona que la XXII Asamblea Nacional Ordinaria celebrada por ese partido el sábado 11 de este mes de agosto, tuvo sus márgenes de éxito e impacto político favorable, en momentos en los que el PRI enfrenta una de las más graves crisis de su historia.
El descalabro más grave para el PRI fue sin duda en el año 2000, al perder por primera vez la Presidencia de la República ante el candidato panista Vicente Fox, que hoy cínicamente confiesa haber hecho un pacto con el entonces (2012) candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, para trabajar en contra nada menos que de Josefina Vázquez Mota, quien en aquel entonces era la candidata del PAN a la presidencia.
Pero las cifras actuales revelan la grave crisis en que se ha hundido el PRI, pese a haber recuperado la Presidencia en el 2012. Por primera vez en su historia, el PRI gobierna a menos de la mitad de las entidades federativas y de los posibles electores, ya que desde el 2015 ha perdido 10 gubernaturas y recuperado cuatro, con lo que su déficit es de seis gobernadores y 14 millones de potenciales electores, que equivalen a 16.5% de la lista nominal.
Ahora bien, al iniciar el 2018 el partido tricolor gobernará 15 estados (considerando suyo el de Chiapas, cuyo gobernador es militante del PVEM, pero fue postulado en coalición; y en caso de mantener Coahuila), donde habita el 47% de los ciudadanos incluidos en la lista nominal de electores del país.
Solo para comparar, recordemos que en el 2000, cuando se dio la primera alternancia en la Presidencia, el PRI gobernaba 21 entidades; en el 2006, cuando obtuvo su peor resultado en la historia, era gobierno en 17 entidades; en 2012, cuando recuperó la Presidencia, tenía 19 gobernadores, y en todos estos casos gobernaba a más de 50% de la población.
Con tan negativo saldo, era y sigue siendo imperante implementar medidas efectivas y políticamente espectaculares, que transmitieran un mensaje de cambio, de renovación, porque después de todo el éxito de la Convención es relativo en términos de impacto social, y no parece modificar sustancialmente el escenario en el que Manuel Andrés López Obrador sigue prácticamente sólo en campaña y al frente de las preferencias electorales.
Además, la posibilidad de lanzar a Meade o a Nuño como candidatos presidenciales no parece la mejor opción en lo electoral, si se sopesa su perfil limitadamente político, y su desgaste como titulares de dependencias tan complicadas como la SHCP y la SEP, aunque su “incorporación” bien puede ser parte del juego del presidente Enrique Peña Nieto para engrosar la lista de aspirantes.
En Quintana Roo, los efectos de esa Asamblea se empezarán a ver en la medida que aspirantes sin militancia priista levanten la mano para solicitar las candidaturas a las diputaciones federales, al Senado y a las presidencias municipales, en lo que será la primer gran prueba de ese partido para efectivamente abrir el acceso o simular la apertura.
La gran interrogante sigue siendo si el grupo que actualmente ostenta el control del PRI en Quintana Roo, con el ex gobernador Félix González Canto a la cabeza, estará dispuesto a abrir la inclusión de candidatos simpatizantes y a entregar las candidaturas a figuras con verdadero potencial electoral.
O acaso opten por repartirse entre sí las postulaciones como se ha venido especulando, lo que a la postre representaría pocas posibilidades de triunfo, en una entidad en la que precisamente ese grupo perdió en el 2016 la gubernatura, cuatro de las 11 presidencias municipales y el control del Congreso del Estado.
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