Desde que sigo a las selecciones mexicanas de fútbol, por allá del mundial de Estados Unidos 1994, el problema de los representativos mexicanos siempre había sido el mismo: chispazos de calidad que se desperdiciaban por errores infantiles en los momentos finales de los partidos.
Términos como el “ya merito”, “los malditos penales” y la obsesión por alcanzar el “quinto partido” entraron al imaginario colectivo de muchos mexicanos aficionados y no aficionados al fútbol ante las fallas reiteradas del representativo nacional.
Sin embargo, aún con paréntesis como esa Copa Confederaciones que se ganó en casa en 1999 y un par de buenas actuaciones en Copas América, el rostro del fútbol mexicano comenzó a cambiar tras el golpe de timón que significó ganar el campeonato infantil Sub-17 en Perú el año 2005, ganándole con autoridad a amplios favoritos como Holanda y Brasil.
Sin pretextos, se logró alzarse con ese título y aunque la “generación” dorada no logró explotar en todo el enorme potencial que poseen, algunos de esos jugadores ahora forman parte del relevo generacional en selecciones mayores y en la devaluada Liga MX.
En 2011, con la ventaja de ser locales, sin ningún anteponer ningún pretexto, los jóvenes mexicanos se coronaron bicampeones en el torneo Sub-17, logrando echar a Alemania en un partido de alarido, para después vencer a Uruguay en la final jugada en el Azteca.
¿Qué fue lo que mostraron estos chicos y que es lo que está mostrando la selección Sub-23 que representa a México en Londres 2012? Algo que hasta hace unos cuantos años no había notado en los representativos nacionales de fútbol: la fortaleza mental necesaria para sobreponerse a la adversidad.
Y recién hemos visto dos muy buenos ejemplos de esto en el fútbol olímpico: de ir ganando 2-0 a Senegal en cuartos de final, México estuvo a punto de tirar todo su enorme esfuerzo a la basura tras un furioso empate de los africanos 2-2, pero logró resistir los embates y en tiempos extras arrebató la iniciativa a su rival y los terminó doblegando 4-2.
Contra Corea del Sur, la situación fue similar. Un golazo de media distancia de los coreanos puso a temblar a todos, menos a los jugadores, que con mucha paciencia y paseando el balón alrededor de la cancha lograron voltear el resultado ganando 3-1, asegurando medalla y en la pelea por el metal dorado ante Brasil.
Es muy fácil criticar a los atletas mexicanos que se desconcentran en el último momento, como fue el caso de Yael García y Jannet Alegría. Pero la lección que dejan los seleccionados mexicanos es que si hasta en un deporte tan viciado y que tantos tragos amargos nos ha dado, como el fútbol, se puede cambiar la mentalidad y ganar en base a una concentración plena y un cambio de actitud, todos podemos: ustedes, ellos y yo.