Da lástima que ya nadie se sorprenda por los cambios en el gabinete de Enrique Peña Nieto. Es penoso admitir que todos estamos   conscientes que el servicio público, el trabajo duro y el interés por el buen desarrollo del país pasan a segundo plano, poniendo los intereses políticos y delirios presidenciales hasta arriba.

Peña Nieto los movió como piezas de ajedrez, haciendo gala no sólo de una práctica propia del priismo, si no que lamentablemente ya es una práctica sistematizada en todos los estados y todos los partidos. Poner a funcionarios en función de lo que podrán hacer políticamente en el futuro (en este caso, es un movimiento clave para la sucesión presidencial), en vez de lo que podrán hacer en función de la gente y los sectores que supuestamente tendrán que beneficiar.

Esta práctica, ya ignorada por quienes se dejan llevar por la pasión política de ver qué significan electoralmente los cambios, puede tener consecuencias pésimas para cada uno de los sectores, pues si se piensa políticamente antes que en las capacidades de los "elegidos" para hacer su labor, se corre el riesgo de que hagan un pésimo trabajo.

Más preocupante es aún el cinismo con el que se hace. El secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, se va a la Secretaria de Desarrollo Social, polos totalmente opuestos dentro de la política. Más aún, Meade ha desempeñado ya el cargo de Secretario de Energía y de Economía. Tanta 'cargadera' nos pone a pensar que si tiene la capacidad para guiar al país en todos esos aspectos, él debería ser el presidente. La verdad es que Meade tiene las facultades para ser secretario de Economía (licenciatura y maestría), pero nada más.

Otro caso es el de Aurelio Ñuño, que fue jefe de la oficina de presidencia y lo pusieron en la SEP. Sus credenciales dan para ser estudioso de la política y hasta podría hacer algo dentro de hacienda, pero nada más. En sus estudios no hay un sólo asomo de pedagogía o algo similar. ¿Con ese político se busca consolidar la Reforma Educativa que tanto problema ha causado? ¿Alguien sin el más mínimo asomo de educación en educación?

Vayámonos ahora con el ex gobernador de Querétaro, José Calzada, que obtuvo la SAGARPA. Ahí, será encargado de desarrollar uno de los sectores más olvidados en México históricamente, el agrario, mientras que ha hecho amplios estudios en economía y finanzas, es uno de los máximos propulsores del sector industrial en México. ¿La SAGARPA no la llevaría mejor alguien especializado en el sector agrícola? ¿Incluso derecho agrario? Un amigo, proveniente de una familia de agrónomos en el Estado de México, me pregunta si Calzada puede distinguir entre el maíz y el trigo.

Sigue la lista: Enrique de la Madrid, tendrá la Secretaría de Turismo que dejó Claudia Ruiz Massieu (a ella la mandaron a Relaciones Exteriores). De la Madrid sin duda tiene logros académicos en el rango de la administración pública, aunque en promoción y difusión cultural, el lado humanista que se requiere tener para encabezar el sector turístico en México, se queda corto. Muy por el contrario, si educación se ha centrado únicamente en la administración financiera. Importante, pero no lo es todo.

Es entonces, viendo esos casos,  cuando me pregunto: ¿Qué pasaría si, por una ocasión, se tomaran las decisiones pensando en lo que los secretarios pueden lograr para la gente, y no políticamente? ¿En qué momento dejamos de exigir que los secretarios presenten, públicamente, evidencia de que podrán llevar a cabo el cargo al que se les designa (y por el que se les pagan cientos de miles de pesos)? ¿Cuándo nos vamos a dejar de dejar?

Llámenme idealista, pero creo que es algo que se puede lograr. Lo primero que hay que hacer es dejar de ignorarlo.

Escríbeme, @memocalzada