Ayer César Yáñez lo desmintió. Varias veces. En la radio, por WhatsApp, al teléfono. El responsable del área de comunicación de Morena sintió la necesidad de aclarar el rumor que este viernes circuló fuertemente en círculos periodísticos, políticos y hasta médicos de la Ciudad de México: que Andrés Manuel López Obrador había sufrido un infarto.
Es decir, otro.
El primer ataque del miocardio lo lisió fuertemente en diciembre de 2013. Casi pierde la vida el gran político tabasqueño. Por fortuna, en el hospital Médica Sur hicieron un trabajo excelente y no solo sobrevivió, sino que AMLO volvió a sus actividades plenamente recuperado.
Pero, la verdad sea dicha, en cuestiones de salud nadie tiene garantías de nada. Y ayer algún problema tuvo Andrés Manuel. Sin duda, algo malo le pasó.
En mi opinión, el rumor de que se había infartado de nuevo tenía fundamento. Sé que alguien de su círculo cercano llamó al hospital para pedir indicaciones: qué hacer ante un decaimiento repentino del líder izquierdista. En el sanatorio recomendaron que acudiera para una revisión y, quizá, para internarlo.
Después de que Yáñez negara el infarto en Radio Fórmula, ayer por la tarde, en Monterrey, uno de sus allegados del sector empresarial sintió la necesidad de aclarar que Andrés Manuel no había sufrido otro infarto del miocardio, sino que nada más “se desvaneció”.
No sé si sea un término médico adecuado, pero es un hecho que la gente “se desvanece” por cualquier cosa, no solo por problemas cardiacos: (i) por cansancio, y AMLO está permanentemente cansado, ya que trabaja y viaja por avión y camioneta de más; (ii) por la mala comida, a la que Andrés Manuel necesariamente recurre en las abandonadas carreteras mexicanas; (iii) por los cambios de temperatura, y en la misma gira el tabasqueño puede estar en un poblado a cero grados y en otro a más de 30; (iv) por las presiones que dañan el ánimo, y en su actividad el señor López Obrador las sufre todas, o (v) por simple debilidad del cuerpo, que a todos nos falla.
Para probar que estaba bien, el propio Andrés Manuel difundió un video en el que se veía de lo más tranquilo en una escuela primaria de la mixteca oaxaqueña. Me alegro que no haya sido nada grave lo que le pasó. Pero, con el antecedente del infarto que puso en riesgo su vida, AMLO tendría que tomar como un serio aviso el desvanecimiento de ayer.
Andrés Manuel López Obrador debe bajarle al ritmo de trabajo. Ni es un jovencito ni su salud es buena al ciento por ciento. Andrés desde hace años es muy conocido, tiene más espacios en la TV que nadie, sus redes sociales de internet son bastante buenas. Ya no necesita, claro que no, recorrer todos los pueblos. Y menos con la campaña presidencial, que es la que de verdad le interesa, todavía muy lejos.
Él sabrá si se cuida o no. Ojalá lo haga. Tiene que empezar por visitar a los especialistas en cardiología para que averigüen por qué, sin más, “se desvaneció”.