I.- ¿Rinotilexomanía?

Hurgarse la nariz. Es decir, sacarse los mocos. Se trata de una costumbre bastante desagradable a la vista de los otros. Porque, la verdad sea dicha, más allá de que el espectáculo nos repugne, en realidad no nos genera molestias reales. Un caso distinto es el de la terrible halitosis o traer la boca hedionda.

La rinotilexomanía es un trastorno obsesivo compulsivo, como rascarse las piernas o comerse las uñas. Por ahí leí que afecta al 1% de la población. Pero leí también que, en una encuesta –no cuchareada, conste– el 90% aceptó hacerlo de vez en cuando.

Los datos son confusos –me baso en un artículo, tal vez no del todo serio, encontrado en internet– debido a que otro estudio, realizado en Reino Unido, sugiere que un tercio de la población practica este hábito más de 5 veces al día.

II.- ¿Es bueno o malo sacarse los mocos?

√ Según un especialista en salud pulmonar, el médico austríaco Friedrich Bischinger, “los dedos son mejores que los pañuelos y ayudan a mantener la nariz más limpia”. Es lo que yo siempre le decía a mí mamá cuando me regañaba por sacarme los mocos. Y, seguramente, es lo que Emilio Azcárraga respondía a sus padres cuando lo reprendían por la misma razón.

√ Pero otro experimento, del microbiólogo Heiman Wertheim, afirma “que al hurgarnos la nariz introducimos en las fosas nasales una bacteria, Staphylococcurs aureus, lo que nos convierte en portadores nasales del patógeno”. La bacteria “provoca desde afecciones superficiales de la piel hasta patologías severas como neumonías, meningitis, intoxicaciones alimentarias, choque séptico y desórdenes autoinmunes”. O sea, Emilio Azcárraga y yo tal vez vamos a morir de ataques agudos de rinotilexomanía. Está dentro de las probabilidades.

III.- ¿Por qué hablo del feo hábito de picarse la nariz?

Porque otra de mis columna, en la que analizaba las dificultades financieras de Televisa, la ilustré con una foto del señor Azcárraga en la que se mete todo el dedo en la nariz.

Me preguntan que si quise ofender al dueño de Televisa. Respondo: desde luego que no. Siempre hago lo mismo que él y no me considero a mí mismo una persona particularmente perversa. Compartimos la misma manía, es todo.

IV.- Nunca falta un moco en la nariz

La nariz es fundamental para la simetría –o la ausencia de simetría– en el rostro humano. Por lo tanto, la belleza depende en una medida muy importante del tipo de nariz que se tenga.

Arreglar la nariz es la prioridad de todas las personas que quieren mejorar su apariencia. Por eso la rinoplastia (cirugía de nariz) es la tercera operación estétetica que se realiza con más frecuencia, después de la cirugía de aumento de senos (mamoplastia) y la lipoescultura.

A  los seres humanos nos fascinan las narices. Compartimos el gusto con las moscas, que arriesgan su vida con tal de pararse en el órgano prominente que nos divide el rostro en dos partes. Lo dijo el filósofo Schopenhauer: “La mosca debe ser tomada como el símbolo de la impertinencia y la audacia; porque en tanto que los demás animales le huyen al hombre más que a otra cosa, y corren antes que él se les acerque, la mosca se posa sobre su nariz misma.”

V.- La nariz rapaz

El Diccionario de la lengua española distingue varias clases de narices:

√ Narices remachadas, que son las llanas o muy chatas.

√ Nariz aguileña, la que es delgada y corva, a semejanza del pico del águila.

√ Nariz griega, la que ofrece un perfil continuo con la frente.

√ Nariz perfilada, la que es recta y bien formada.

Hay más tipos de narices, como la nariz rapaz, que era la que tenía el filósofo Bertrand Russell, en opinión de Fernando Savater.

¿Qué tipo de nariz tiene Azcárraga? La despreocupada. Va con su personalidad, la del hombre al que todo le vale.

VI.- La nariz como símbolo de estatus

No mucho, pero la literatura se ha ocupado de la nariz. Es famoso aquello de Francisco de Quevedo: “Érase un hombre a una nariz pegado”.

Pero, entre lo que yo conozco, la nariz literaria que más me llama la atención es la del cuento de Gogol.

El barbero Iván Yákovlevich, que además de afeitar gente es un borracho, en su casa cortó un panecillo con un cuchillo y lo que encontró, como los niños Dios en las roscas de reyes, fue ¡una nariz! “Y, además, parecía ser la de algún conocido”. Era la nariz de un funcionario que la perdió.

Esa nariz se transformó ella misma en otro funcionario, pero de rango superior a su anterior dueño.

En el cuento, el que no tiene nariz se queja: cualquier mujer que venda naranjas en la vía pública puede hacer su trabajo sin nariz, pero no alguien que aspira a ser, algún día, gobernador.

La nariz es status social. Por eso la cuidamos y la arreglamos, aun con cirugías. Por eso nos molesta ver a las personas que la penetran, es decir, la violan, con sus propios dedos. La nariz merece respeto, chingao.

VII.- Azcárraga no respeta a su nariz, yo no respeto la mía

En fin, merece una sanción social cualquiera que agreda a su nariz con los dedos. Es algo que hago siempre, no lo puedo evitar. He tratado de eliminar esta manía, pero he fracasado. De ahí que me haya llamado tanto la atención ver a Emilio Azcárraga haciendo lo que yo con tanta frecuencia realizo.

IX.- La nariz aporta belleza al rostro, ¿los mocos para qué carajos sirven?

Pienso que todos, en algún momento, nos hemos sacado los mocos con los dedos. El que diga que nunca lo ha hecho, miente.

Los que solo saben de cuestiones del cuerpo humano aseguran que el moco constituye una barrera de protección contra los agentes patógenos que podrían lesionar la mucosa.

Los que saben algo más que meros tecnicismos médicos encuentran que la mayor utilidad de los mocos es la de servir como la plastilina de los pobres.

Es tan buena plastilina que entretiene a un clasemediero como yo e inclusive a todo un potentado como el señor Azcárraga.